Domingo XIV - B

domingo 14 b 2021MARCOS 6, 1-6

Nadie es reconocido en su propia tierra, en el lugar donde a uno lo conocen, o por lo menos donde tienen alguna referencia importante. Eso le pasó a Jesús cuando volvió a su tierra, a Nazaret. Es muy difícil predicar en el propio ámbito de pertenencia, en la comunidad…

Jesús mismo se sintió despreciado, rechazado y ante sus actitudes y palabras sus vecinos se escandalizaban.

Venía a romper los esquemas de siempre, nos abría a la novedad del Reinado de su Padre que comienza y se va realizando aquí y ahora dentro de nuestra propia historia. No supieron reconocer a ese Jesús tan simple, tan sencillo, una persona que convivía entre ellos, hijo de un carpintero… ¿ese les iba a dar lecciones de vida?

Quizás hoy también a nosotras nos ocurra lo mismo, nos es difícil reconocer lo bueno de la otra, la que tenemos más cerca de nosotras, la que convive con nosotras, porque ya tenemos un esquema preconcebido de su persona y nos cerramos despreciándoles de algún modo o dando por supuesto que nada nos pueden aportar.

Apreciar los dones sobre todo en la gente más sencilla no entra en nuestros esquemas porque quizás hemos puesto la grandeza en lo extraordinario y somos incapaces de ver a través de esas personas al Dios cotidiano y sencillo que se manifiesta entre nosotras.

Otras veces, quizás nos molesta el abrirnos a lo nuevo que las otras nos presentan porque estamos acostumbradas a oír y a hacer siempre lo mismo y el hecho de abrirnos a la novedad nos complica la vida.

Es una llamada a afianzar nuestra fe en Dios y en los demás pues Dios se revela tanto en nuestra vida como en la de los demás. Y no esperemos manifestaciones extraordinarias, en lo cotidiano se le ve y comprende cuando nos dejamos interrogar y asombrar por las maravillas y gestos de humanidad que Él realiza en y, a través de nosotras.