Cuarto Domingo de Adviento - B
Lucas 1, 26-38
En los domingos anteriores contemplábamos la persona y el mensaje de Juan el Bautista que nos invitaba a allanar los senderos y a preparar el camino para la venida del Señor. La Liturgia, en este último domingo de Adviento, nos invita a poner los ojos en la Virgen María, a tomarla como modelo y a prepararnos como ella… para salir al encuentro del Salvador que viene.
El evangelio nos presenta la anunciación del ángel a María como el cumplimiento de las promesas de Dios al rey David. Y es que Dios es inmensamente libre en la elección de las personas y en la ejecución de los caminos de salvación. Aquí se encuentra con una muchacha, totalmente disponible a su Dios, y ahí se realiza en plenitud su proyecto de salvación.
Alégrate, el Señor está contigo.
Los evangelistas no dudan en llamar a María “predilecta” por ser la elegida para llevar a cabo el don más maravilloso del amor de Dios por la humanidad: la encarnación. El sí de esta mujer sencilla no fue motivado por el fervor del momento, su sí fue motivado por la certeza de que Dios estaba presente en ella. Dios le da una misión, la asocia a su plan de salvación y para ello le garantiza su presencia.
Alegrémonos, el Señor está con nosotras. Es lo primero que María escucha a Dios y lo primero que tenemos que escuchar hoy nosotras. Es una invitación a la alegría de la salvación porque Dios nos ha amado, nos ha elegido, ha pronunciado nuestro nombre, nos ha tatuado en su mano.
Todas, en algún momento de nuestra vida, hemos pasado momentos difíciles. No obstante, como seguidoras de Jesús, no nos podemos resignar ante las dificultades y, mucho menos, quedarnos lamentándonos. Como María, estamos llamadas a decir nuevamente sí al proyecto de Dios, a estar alegres y llenas de esperanza porque Dios nos ama y está con nosotras. ¡No dejemos que nos roben la alegría ni secuestren nuestra esperanza! Dios sigue presente en la historia y nosotras, con nuestros aciertos y errores somos sus testigos.
Concebirás y darás a luz un hijo. A María con su sí, abrió los espacios de la humanidad para la presencia de Dios en la historia. Hoy el Señor nos invita a crear las condiciones de posibilidad para que la humanidad abra de nuevo un lugar al Dios que se hace hombre en Jesús.
Nosotras concebiremos y daremos a luz en la medida en que hagamos presente a Jesús y a su Evangelio. Los valores del Evangelio son una buena noticia y una palabra que puede ayudar a dar a luz una nueva humanidad.
¿Cómo puede ser esto si no conozco varón? … para Dios no hay nada imposible. María, ante el encargo de Dios, expresó su limitación: no conozco varón. La respuesta no se hizo esperar: para Dios no hay nada imposible, fíate. La misión que tenemos por delante en esta hora de la humanidad, aunque es ilusionante, no es fácil… hay muchas heridas por curar, muchas relaciones rotas por restaurar, muchas vidas “descartadas” por acoger, mucha paz por construir, etc. Como María, le decimos a Dios que somos limitadas y que la misión nos supera. Sin embargo, ante el grito de nuestra limitación, aparece la confianza de Dios en nosotras. Él puede sacar lo mejor de cada una de nosotras y ponerlo al servicio del Reino. Nada es imposible para Dios, nuestra fragilidad se vuelve fortaleza cuando abrimos espacios y dejamos que sea Él nuestra fuerza.
¡Hágase según tu Palabra! Esta fue la respuesta de María, la expresión de su sí. Aquí se encuentra la espléndida respuesta de fe y acogida de María. María se declara sierva del Señor, no pide nada. Lo que en ella ocurre es puro don de Dios, no respuesta a sus deseos. El “Hágase en mí según tu palabra” hace de María una mujer permanentemente ligada a la Palabra.
El sí de María es un acto total de confianza, entrega y abandono en las manos del Padre. Hoy nosotras queremos decir sí a Dios. Le pedimos que irrumpa en nuestras vidas para que, con ilusión, esperanza activa, y entusiasmo podamos hacer presente una vez más a Aquél que desde el portal de Belén nos enriqueció con su pobreza y es la luz que ilumina el nuevo amanecer de la humanidad.
Al final, como en María, de nosotras depende la respuesta afirmativa o negativa a Dios. De nosotras depende que Dios se encarne y nazca en muchos corazones, en muchas situaciones, en muchas familias.
Después de estas palabras de María, el evangelista dice que el ángel se marcha.
Y María se pone de camino. Tras el encuentro de María con el ángel tiene lugar el encuentro de María con su prima Isabel. Va al encuentro de su pariente, la saluda y se queda con ella como mensajera de paz, como servidora, como compañera de Isabel en los últimos meses de su embarazo.
María se puso con prontitud en camino. Esta prontitud significa disponibilidad total para servir a nuestras hermanas. Es una disponibilidad que nace de la acogida al Dios que nos habla, una disponibilidad que está a la escucha y por eso se convierte en servicio.
La Navidad está a las puertas, el Señor viene, quiere seguir viniendo en cada instante y en cada momento, ojalá encuentre nuestra puerta y nuestro corazón abiertos para recibirle. Ojalá encuentre en nosotras la disposición necesaria para recibirlo como se merece.