Domingo 4 Pascua - C 2025
La figura de Jesús como Buen Pastor se nos presenta como un consuelo profundo y una invitación exigente. No es una imagen romántica, sino una realidad que toca la entraña misma de nuestra fe.
Jesús nos habla de una relación íntima, directa, viva: “Mis ovejas escuchan mi voz.”
Escuchar la voz de Jesús no es solo oírla, sino reconocerla, acogerla, dejar que resuene más allá de los oídos: en el corazón, en la conciencia, en las decisiones cotidianas. Es una escucha que transforma.
En un mundo saturado de voces —algunas que prometen éxito fácil, otras que generan miedo, muchas que confunden— ¿cómo distinguir la voz del Pastor? Solo quien se ha acostumbrado a su timbre, quien ha caminado con Él, quien ha aprendido a guardar silencio interior, puede reconocer esa voz que apacigua el alma y llama a la vida.