Jueves Santo - B
Hermanas: nos reunimos esta tarde para celebrar el Jueves Santo, Día del Amor Fraterno. Un amor que se expresa en el servicio humilde y gratuito. Jesús, en un día como éste, sabiendo cercana su muerte, quiso reunirse con sus amigos para celebrar la Pascua judía, y para mostrarnos, en esta cena, cómo ha de ser la vida de quienes queremos seguirle.
Jesús se ha despojado de su manto, como signo de entrega y del despojo de su misma dignidad, que se llevará a cabo en la Cruz, y lava los pies de sus discípulos. A partir de ese momento, celebrar la Eucaristía es apostar por cada persona, por el servicio y la fraternidad.
En esta misma Cena, Jesús instituye el Sacerdocio, para que cada vez que se coma de este pan y se beba de esta copa, se anuncie su muerte hasta que Él vuelva. Inmenso mensaje y hermosos motivos para vivir este día del Jueves Santo.
La liturgia de la Iglesia ha elegido para este inicio del Misterio Pascual de Jesucristo el lavatorio de los pies por parte de Jesús a sus discípulos. Gesto que interpreta el sentido que el propio Jesús da a su muerte: entrega como Mesías-Siervo que da vida en abundancia porque solo da vida quien la entrega libremente.
Hoy, Jesús, con el gesto de quitarse el manto y ceñirse la toalla, rehace la encarnación: se despoja de su rango, se abaja, se hace siervo siendo de condición divina. Este es el marco en el que el evangelista Juan sitúa la primera Eucaristía: un marco de servicio, de entrega, de abajamiento.
El pan que Jesús reparte no es el pan que tiene, no es lo que tiene; reparte lo que es: se reparte. No reúne a sus discípulos para repartir la herencia de sus bienes. Los reúne para repartirse como único bien. Para poder repartirse hace falta hacerse poco, bajarse de los pedestales en los que, a veces, nos subimos.
En el evangelio todo queda trastocado: se da la vuelta todo. Son llamados bienaventurados los que lloran; son “señores” los que sirven.
Pedro es llamado al orden: “O te dejas lavar los pies o no tienes parte conmigo” Quizás estas resistencias que tenemos a que la otra se haga pequeña delante de nosotras y nos sirva es reflejo de las resistencias que tenemos a hacernos nosotras pequeñas. El hecho de contemplar al Señor haciéndose siervo es una continua denuncia a nuestros modos de proceder como “señores”.
Hoy queda establecido para los seguidores de Jesús que “lo que él hizo no es un ejemplo que nos dio; es una norma de comportamiento que inauguró”: para que lo que yo he hecho con vosotros, también lo hagáis.
Ser seguidoras de Jesús conlleva un comportamiento de lavar y de dejarnos lavar los pies unas a otras. No lo olvidemos.