Domingo 3 Cuaresma - C
El centro de la liturgia de este tercer domingo de Cuaresma, en el que vamos caminando hacia la Pascua, es la llamada a la conversión.
Jesús en el evangelio de hoy nos hace una invitación explícita a la conversión. La conversión como llamada del tiempo cuaresmal y como llamada permanente ya que nosotras hemos hecho un voto de conversión de nuestras costumbres, (RB, cap. 38)
La decisión de emprender el camino de la conversión, no puede ir dilatándose sin fecha de término, sino que nos exige una opción firme y clara, decidida y valiente por nuestra parte.
Aprovechando la ocasión, Jesús nos pone el ejemplo de la higuera. Es una parábola de una profundidad impresionante. Contiene un mensaje muy rico desde el punto de vista religioso y teológico,
Lo que realmente quiere enseñarnos Jesús con este ejemplo es como es el Dios que él nos revela: Un Dios compasivo y misericordioso que tiene paciencia con sus hijos, que está dispuesto siempre a olvidar la ofensa reconocida.
Si no hay frutos, lo lógico es arrancar y probar con otra cosa, porque la conversión se tiene que realizar en cosas concretas no sólo en buenas intenciones, pero el viñador intercede por ella, y consigue un nuevo plazo a su favor, no está todo perdido, la cuidará, la podará y seguro que dará buenos frutos.
Así es Dios, siempre esperando nuestras buenas obras. La bondad, la compasión, la misericordia, la espera confiada son atributos divinos que en Jesús se hacen realidad de una forma especial. Dios es paciente con nosotros, pero jamás debemos tomar esa paciencia como excusa para ir posponiendo nuestra conversión, Dios quiere que caminemos hacia esa conversión ya desde hoy y que no lo dejemos para mañana.
No cabe duda, que cada uno debemos pensar que esa higuera somos nosotros, cada uno es esa higuera estéril, las veces que en mi vida no doy los frutos que debo dar, las veces que he cerrado los oídos para no oír lo que Dios me pide, las veces que sabiendo lo que tengo que cambiar no hago nada por lograrlo. ¿Cuántas veces Dios ha tenido paciencia conmigo y sigue esperando mi conversión?
Esta lectura nos invita a reflexionar interiormente sobre nuestra realidad de personas que se sienten acogidas y perdonadas por un Padre que quiere siempre lo mejor para nosotros. Y esta realidad es la que nos anima a intentar ser un poco mejores sin desanimarnos ni venirnos abajo por nuestras debilidades.
Podíamos preguntarnos. Si viniera hoy el Señor a mi vida a recoger los frutos, ¿los encontraría? ¿Qué frutos me pide el Señor en mi vida? , ¿Me estoy empeñando de verdad en esta Cuaresma en convertirme al Señor
Jesús, se compromete con nosotras en nuestro proceso de conversión.
El Amor siembra y espera, ayuda y espera, enseña y espera, confía y espera. El amor espera una respuesta positiva de la persona amada.