Domingo Pentecostés - C 2025

pentecostes 2025Juan 7, 37-39

Celebramos con gozo la solemnidad de Pentecostés, el día en que el Señor resucitado derrama el Espíritu Santo sobre sus discípulos y da nacimiento a la Iglesia. Pentecostés no es solo el final del tiempo pascual, sino el comienzo de una nueva etapa: la Iglesia es enviada al mundo, animada por el Espíritu de Cristo.
El Evangelio de san Juan nos sitúa en la tarde del mismo día de la resurrección. Los discípulos están encerrados por miedo, confundidos y con el corazón herido. En medio de ese encierro, Jesús se presenta resucitado y les dice: “Paz a vosotros”.

No les reclama, no les recuerda sus traiciones o debilidades. Les da su paz. Y esta paz no es un simple saludo o un deseo cordial. Es el don pascual por excelencia: es la certeza de que el pecado ha sido vencido, de que la muerte ya no tiene la última palabra, de que Dios sigue confiando en nosotros.

Jesús les muestra sus manos y su costado, las señales de su amor. Les demuestra que el que está frente a ellos es el mismo que fue crucificado, y que el amor que se entrega hasta el extremo es más fuerte que el odio y la muerte.

Después de regalarles su paz, Jesús les envía: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y sopla sobre ellos, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo”.

Este soplo recuerda el aliento de Dios en el Génesis, cuando creó al ser humano. Ahora, Jesús resucitado recrea a sus discípulos: les da el Espíritu para que no vivan ya encerrados en el miedo, sino que sean una comunidad viva, libre, misionera.

Y les confía un poder inmenso: el perdón de los pecados. No es poder para dominar, sino para sanar, reconciliar, liberar. La Iglesia nace como instrumento del perdón de Dios, para anunciar que todos pueden volver a empezar, que nadie está excluido del amor divino.

Hermanas, Pentecostés también es hoy. El Espíritu Santo no es un recuerdo del pasado, es una presencia viva que sigue actuando en la Iglesia y en cada una de nosotras. Donde hay miedo, Él trae valentía. Donde hay división, Él siembra unidad. Donde hay culpa, Él ofrece perdón.
Hoy, Jesús se nos presenta en medio de nuestra comunidad. Nos ofrece su paz. Sopla sobre nosotros su Espíritu. Y nos envía a nuestro mundo herido, para ser testigos de su perdón y de su amor.

Pidamos hoy al Espíritu Santo que renueve nuestras vidas. Que nos saque de nuestros encierros, que nos cure el corazón y que nos haga una comunidad viva, alegre, y en salida.

¡Ven, Espíritu Santo! Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Amén.