Sagrada Familia
Lucas 2, 22-40
Hoy, en el marco de la Navidad, celebramos la Sagrada Familia. El Evangelio de este Domingo nos presenta una escena de la vida de la Sagrada Familia, una Familia centrada en Dios, que vive ejemplarmente la Alianza, que expresa su amor y gratitud a Dios cumpliendo fielmente todo lo que Él había mandado a su pueblo, en este caso, la consagración del primogénito a Dios, su “rescate”: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para hacer la ofrenda que manda la Ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». La Sagrada Familia es una familia en la que Dios ocupa verdaderamente un lugar central.
Para Santa María y San José esta opción de fe se concreta en el servicio al Hijo de Dios a ellos confiado, pero se expresa también en su amor recíproco, rico en ternura espiritual y fidelidad.
«María y José enseñan con su vida que el matrimonio es una alianza entre el hombre y la mujer, alianza que los compromete a la fidelidad recíproca, y que se apoya en la confianza común en Dios. Se trata de una alianza tan noble, profunda y definitiva, que constituye para los creyentes el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia. La fidelidad de los cónyuges es, a su vez, como una roca sólida en la que se apoya la confianza de los hijos. Cuando padres e hijos respiran juntos esa atmósfera de fe, tienen una energía que les permite afrontar incluso pruebas difíciles, como muestra la experiencia de la Sagrada Familia» (S.S. Juan Pablo II).