Domingo 21 - C
Lucas 13, 22-30
La liturgia de la Palabra de hoy nos recuerda que todos, sin distinción, somos llamados a la salvación, porque ésta no depende de nuestros méritos sino solo de la bondad de Dios. Sin embargo, la salvación no es una imposición sino una opción personal: está a nuestro alcance, pero hay que ganársela día a día con esfuerzo, siendo constantes y perseverantes en el bien. Dios, como Buen Padre, nos va corrigiendo y orientando nuestras vidas hacia la salvación.
Jesús hoy nos deja claro que la salvación no es cuestión de número, sino que se trata de andar y cruzar el camino a un paso correcto y que “todos” podemos andarlo, pero este camino es estrecho, Jesús no quiere engañarnos, nos habla de “entrar por la puerta estrecha”. Nos dice las cosas como son, ¿en qué sentido? en el sentido de que para salvarse uno debe amar a Dios y al prójimo, y esto, ¡no es cómodo ni fácil!
Es una puerta estrecha porque es exigente, el amor es siempre exigente, requiere compromiso, más aun, esfuerzo, voluntad firme y perseverancia en vivir según el Evangelio.
La salvación es para todos los que cumple la Palabra de Dios, los que le buscan de corazón y con amor. Los que trabajan por la justicia, por la paz, el amor y la solidaridad. Esta es la clave para salvarse y no hay otra.
La salvación que viene de Dios y, que no es exclusiva de nadie, sigue siendo una oferta, una invitación permanente a toda persona. Una oferta que, si se acoge, ha de concretarse en unas actitudes y en un modo de ver la vida según el estilo de Jesús.
Jesús hoy nos hace una llamada a la conversión y a la responsabilidad. No debemos engañarnos con falsas seguridades. No basta con pertenecer a la Iglesia, ni tampoco es suficiente con estar consagradas a Dios, y pensar que por esto ya podemos estar tranquilas porque tenemos asegurada la salvación y la entrada en el Reino.
Sólo la obediencia a Dios y a su Palabra nos abren a la salvación. Jesús solo reconoce y acepta a los que han aceptado ser suyos. Lo que verdaderamente importa es la conversión y el esfuerzo de vivir las exigencias del Reino. Es necesario tomar una decisión personal. El camino de la salvación está abierto para todos, siempre que estemos dispuestos a entrar por la puerta estrecha.
Hoy Jesús nos advierte que, aunque la salvación sea para todos, de nuestra parte se requieren constancia y perseverancia en el bien hacer y ser. Solo los que perseveren en el bien se sentaran a la mesa del Reino.
¡Ánimo y adelante!, la puerta es estrecha, pero todos los que tienen un corazón grande y libre para amar estamos llamados a entrar y gozar del Banquete del Reino.