Domingo 4 Pascua - B 2024

domingo 4 pascua 2024Juan 10, 11-18

Este cuarto domingo de la Pascua es conocido como el domingo del Buen Pastor, por las alusiones que hay en la liturgia (textos, oraciones…) a esa relación pastor – ovejas que tanto le gustaba a Jesús y que fue bien asimilada en las primeras comunidades cristianas.

Esta parábola es la respuesta de Jesús a los fariseos, cuya autoridad han puesto en duda (Jn 9, 40). Jesús desarrolla los tres criterios que establecen a sus ojos la verdadera autoridad: el buen pastor da su vida por su rebaño, vive en comunión y conocimiento mutuo con él (cosa que puede hacer porque vive en comunión con el Padre), se preocupa de su unidad y de la recolección de las ovejas perdidas.

No es lo mismo que las ovejas sean tuyas o que sean de otro y te ganes tu salario; que las conozcas o no; que te conozcan o que vayan a la suya; que te importen o te den lo mismo. Jesús toma esta imagen, que sus oyentes entendían bien fácilmente al ser un pueblo de agricultores y ganaderos, para hacerles entender que para él somos importantes hasta el punto de dar la vida por nosotros.

Lo primero que me llama la atención de esta expresión “Buen Pastor” es, precisamente, esta primera palabra. Jesús es un pastor “bueno”, pero no en el sentido moral, de portarse bien, de eso que le decimos a los niños: “se bueno”. Aquí “bueno” tiene un sentido, según su traducción griega, de autenticidad. Jesús es el AUTÉNTICO PASTOR. Ser auténtico significa también ser genuino, fiel, probado, autorizado, verídico, legítimo, confirmado, incontestable.

Todas estas cosas las decimos de Jesús. Y nos apoyamos en una afirmación que se repite hasta tres veces en el evangelio de hoy. Jesús es el auténtico pastor porque “da la vida por las ovejas”. Así empieza el evangelio de hoy. Más adelante, vuelve a decir: “yo doy mi vida por las ovejas”. Y finalmente, termina diciendo: “Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida”.

A Jesús le importan tanto sus “ovejas” (nosotros), que está dispuesto a dar su vida, y de hecho lo hizo. Ese “dar la vida” es la prueba de autenticidad del Buen Pastor, frente a los pastores que son asalariados, a los que no les importan las ovejas y que huyen ante la primera adversidad.

Otro rasgo de esa autenticidad es el conocimiento mutuo entre el pastor y las ovejas: “conozco a las mías y las mías me conocen”. También la preocupación por las ovejas llega hasta el deseo de atraer a otras que no están en el redil, es decir, que están alejadas: “también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor”. Finalmente, la entrega del auténtico pastor es una entrega que nace de la libertad: “nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente”.

Todos estos rasgos del buen pastor me hacen preguntarme también por la autenticidad de las “ovejas”. La segunda lectura, del apóstol San Juan, habla de unas “ovejas” que son algo más: “mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”. Pero aún hay más: “aún no se ha manifestado lo que seremos, sabemos que seremos semejantes a Él”.

El auténtico Pastor tiene capacidad para dar vida porque es Padre. Y las auténticas ovejas hemos de vivir como HIJOS, ahí radica nuestra autenticidad, en vivir nuestra condición de hijos de Dios. Esta condición nace del Bautismo, pero no conviene confundir “bautizado” con “discípulo”. Todos somos hijos de Dios por el Bautismo, pero no todos vivimos nuestra condición de hijos de Dios de manera auténtica y veraz. Ahí es donde creo que nos cuestiona el evangelio de hoy.

El Buen Pastor nos llama a vivir nuestra vida de manera auténtica, orgullosas de nuestra condición de hijas de Dios, y coherentes con ella. El Buen Pastor nos da su ejemplo y su testimonio, dando su vida por nosotras, sus ovejas. El Buen Pastor nos invita a conocerle en profundidad, a escuchar su voz, para no confundirla con otras voces que nos llevan por otras sendas.

El Buen Pastor quiere hacer un solo rebaño, y le preocupan todas las ovejas, pero especialmente aquellas que están más alejadas del redil. El Buen Pastor actúa con mucha libertad y con mucho amor, invita, propone, respeta y no deja de amar a ninguna de sus ovejas, por eso dio su vida.