Domingo 16 - B 2024
Después de llevar a cabo la misión encomendada, los doce vuelven a reunirse con Jesús. Le dan cuenta de todo lo que han realizado, dejándose guiar por las consignas recibidas de él. Han actuado como verdaderos apóstoles, y así los subraya el evangelista al designarlos sólo aquí con este término.
El relato se centra después en la solicitud que Jesús manifiesta tanto por sus discípulos como por la muchedumbre, A sus discípulos les invita a descansar un poco, en un sitio tranquilo junto a él. La fatiga del servicio apostólico ha de verse compensada con un reposo que permita acrecentar la comunión mutua y la comunión con el Maestro. El activismo es el mayor enemigo de la eficacia misionera.
Jesús busca un poco de tranquilidad para sus discípulos, pero esta queda limitada a lo que dura la travesía en la barca. Cuando alcanzan la otra orilla, no se encuentran con un lugar apacible, si no con una muchedumbre desorientada y confusa, como ovejas sin pastor. Lejos de rehuirla, Jesús siente compasión de ella, se le remueven las entrañas, y se entrega de lleno a una enseñanza prolongada (que se verá seguida de un gran banquete para todos)
Movido a compasión, Jesús evita que el pueblo se extravíe y vaya a la ruina. Su palabra les servirá de luz y de guía. La imagen de Jesús como pastor impactó tanto a las primeras generaciones cristianas que forma parte de las primeras representaciones artísticas que se hacen de él. Tales representaciones no nos ofrecen un retrato exacto de Jesús, pero sí ponen de relieve lo que realmente le caracteriza antes y después de su resurrección: su compasión y su amor hacia los abandonados y extraviados. Todos, incluso los más perdidos, pueden acudir a él con plena confianza.
En la Biblia aparece con frecuencia la imagen del Buen Pastor para hablar de todas aquellas personas que tienen alguna responsabilidad sobre el pueblo de todos aquellos que han de hacer de guías para los demás. Esta imagen del pastor es la que destaca este domingo en la liturgia, imagen que nos interpela a todos y a cada uno de nosotros porque nadie está exento de responsabilidad hacia los demás, nadie puede adoptar la postura de Caín, nadie deja de ser, lo quiera o no, guardián de su hermano.
En el evangelio de hoy se subrayan cuatro características de Jesús, buen pastor: se trata de un pastor que inspira confianza, de un pastor solícito y preocupado por los suyos, de un pastor con capacidad de congregar, y finalmente, de un pastor compasivo y misericordioso.
En primer lugar, es un pastor que inspira confianza hasta el punto de que los discípulos le contaron todo lo que habían hecho y enseñado después de su primera experiencia como predicadores. Abren su corazón a Jesús y le confían todo lo que les había sucedido. Jesús no era una persona distante y lejana, sino alguien cercano, alguien con entrañas, alguien con un corazón compasivo, dispuesto siempre a escuchar. Era como el hermano mayor en quien se podía siempre confiar. ¿Confiamos también nosotros en él? ¿Sabemos hacerle partícipe de nuestras alegrías y de nuestras dificultades, de nuestros éxitos y de nuestros fracasos?
En segundo lugar, Jesús es un pastor solícito y preocupado por los suyos. Tras el esfuerzo de sus discípulos en su gira pastoral, no se limita a decirles que han cumplido su deber, se preocupa por ellos y quiere premiarles otorgándoles una especie de minivacaciones en un lugar tranquilo y apacible: “venid conmigo a un sitio tranquilo a descansar “. Jesús sabe que no se puede vivir siempre con la tensión y el estrés que produce el trabajo cotidiano, y también a nosotras nos invita a descansar junto a él tras haber concluido nuestro trabajo.
En tercer lugar, Jesús es un pastor capaz de congregar. “De todas las aldeas fueron corriendo a donde él estaba”. Esta capacidad de convocatoria sigue siendo realidad después de dos mil años de historia. A la hora de poner nuestro entusiasmo en alguien ¿sabemos escoger también nosotros a aquel que nunca nos defrauda? ¿sabemos ser también nosotros para los demás, fermento de unidad, de concordia y de reconciliación?
Finalmente, Jesús es un pastor compasivo y misericordioso. “Al desembarcar vio una gran multitud y sintió compasión de ellos porque andaban como ovejas sin pastor”
La compasión, esa actitud humana tan escasa entre los grandes y tan impopular en una sociedad competitiva como la nuestra donde lo que parece contar es única y exclusivamente la eficacia es un rasgo típico de Jesús y debe ser una actitud fundamental en todo cristiano y en toda consagrada.
Acudamos a Jesús, dispuestos a imitarle. Él es nuestro pastor. El pastor que repara nuestras fuerzas con una palabra que da vida y con un alimento que es su propio cuerpo y su propia sangre.