Domingo 3 Adviento - C 2024

domingo 3 adviento c 2024Lucas 3, 10-18

La liturgia de este domingo anuncia ya la venida inminente del Señor. Por eso hay una sonora llamada a la alegría tanto en la lectura primera del profeta Sofonías: “Alégrate, hija de Sión, grita de gozo Israel”, como en la carta de San Pablo a los Filipenses: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos”. En el evangelio se nos presenta a la persona de Juan Bautista anunciando también, aunque en otro tono, más dramático, la llegada inminente del Mesías: “Viene el que es más fuerte que yo… Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.

Ante este anuncio que hace Juan se le hace una misma pregunta, repetida por tres veces, pero por sujetos distintos. La pregunta es “¿qué debemos hacer?”. ¿Qué debemos hacer para prepararnos a esa venida, para acoger al que viene, para anunciar esa buena noticia que es fuente de tanta alegría?

Los sujetos que preguntan son diversos: la primera vez es “la gente” en general, cualquiera de los que acuden a bautizarse; la segunda y la tercera vez ya son grupos específicos y significativos: los publicanos y los soldados. Ambos tienen en común que, en distinto modo, son grupos poderosos que pueden utilizar su estatus para abusar de la gente.

La respuesta de Juan a esa pregunta tiene, obviamente, matices distintos. A la gente Juan les invita a compartir aquello que tienen: “el que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene”. A publicanos y soldados les invita a evitar todo abuso y a comportarse con justicia: “no exijáis más de lo establecido”, “no hagáis extorsión”. Se anuncia ya así el modo nuevo de entender la vida que va a venir: la fraternidad y la justicia.

Como siempre que leemos el evangelio, y claramente a partir del texto de hoy, la pregunta es qué significa todo esto para nosotros, a que nos llama y también, literalmente “¿qué debemos hacer?”. Sí: ¿qué debemos hacer para que nuestra sociedad entienda qué es lo que aporta la venida de Jesús a la historia humana? ¿qué debemos hacer para suscitar la esperanza en una sociedad tan desencantada como la nuestra? ¿qué debemos hacer para que tantos que sufren encuentren algo de esa alegría que Dios trae al mundo?

La respuesta no es distinta en el fondo a la que dio Juan a sus contemporáneos: fraternidad y justicia. Las formas de ahora no son las mismas, pero el fondo lo sigue siendo. Pero no viviremos desde la fraternidad y la justicia hacia fuera si antes no pedimos y dejamos que el Espíritu que hemos recibido en el bautismo nos cambie el corazón de piedra en un corazón de carne, nuestro egoísmo en abnegación y nuestro individualismo en actitud de servicio.

Darío Mollá S.J