Domingo 25 - C 2025

domingo 25 c 2025Lucas 16,1-13

El evangelio que escuchamos hoy nos puede desconcertar: Jesús cuenta la parábola de un administrador infiel que, sabiendo que lo van a despedir, actúa con astucia para asegurarse el futuro. Y lo sorprendente es que el mismo amo lo elogia. No lo alaba por su injusticia, sino por la sagacidad con la que supo reaccionar ante la crisis. Jesús aprovecha esta historia para lanzarnos un mensaje profundo: también nosotros debemos aprender a ser previsores, no para guardarnos riquezas que pasan, sino para preparar la vida que no pasa, la vida eterna.

Nuestra existencia entera es una administración. Nada es realmente nuestro: ni los bienes materiales, ni el tiempo, ni las capacidades. Todo lo hemos recibido de Dios y todo un día tendremos que devolverlo. La pregunta es cómo lo usamos. ¿Vivimos como si todo nos perteneciera? ¿O somos conscientes de que lo que tenemos está confiado a nuestras manos para el bien, para compartir, para construir fraternidad?

Jesús nos advierte: “Quien es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel”. La fidelidad no se mide en los grandes momentos, sino en lo pequeño de cada día: en la honestidad, en la generosidad sencilla, en el cuidado de lo que se nos confía, aunque nadie lo vea. El corazón se revela en lo pequeño. Y si no somos fieles con lo que un día desaparecerá, ¿cómo podremos recibir lo que permanece para siempre?
Por eso el Señor nos dice con claridad: “No podéis servir a Dios y al dinero”. El dinero no es malo en sí, pero se convierte fácilmente en ídolo, en un falso dios que promete seguridad y felicidad. Jesús nos invita a ponerlo en su justo lugar: que no nos domine, sino que lo pongamos al servicio del amor, de la solidaridad, de la justicia. El dinero puede ser fuente de esclavitud o puede convertirse en camino de salvación, según cómo lo usemos.

Este evangelio nos llama a elegir a quién queremos servir. ¿Dónde ponemos nuestra confianza? ¿En los bienes que pasan o en Dios que permanece? Solo uno puede ser el Señor de nuestra vida. Hoy se nos invita a elegir a Dios, a ser astutos como aquel administrador, pero con una astucia nueva: la de convertir lo pasajero en semilla de eternidad. Que el Señor nos conceda un corazón libre, capaz de usar lo que tenemos para amar más, para compartir más, para preparar la vida verdadera que nos espera en Él.