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Domingo 33 - C 2025

domingo 33 c 2025Lucas 21, 5-19

En el Evangelio de hoy, Jesús contempla el templo admirado por todos y anuncia que un día no quedará piedra sobre piedra. Sus palabras no buscan infundir miedo, sino liberarnos de la falsa confianza que ponemos en lo que pasa. El Señor nos recuerda que ninguna seguridad humana es definitiva: ni las estructuras, ni los éxitos, ni lo que aparenta ser sólido. Todo eso puede caer. Y cuando cae, no es señal de la ausencia de Dios, sino ocasión para descubrir qué sostiene realmente nuestra vida.

Jesús advierte sobre confusiones y falsas voces que intentarán ocupar su lugar. Ese es quizá el gran desafío: en momentos de crisis, cuando algo se derrumba, escuchar al verdadero Maestro.

Y Él nos promete que no estaremos solos. En medio de dificultades, persecuciones o incomprensiones, será Él mismo quien pondrá palabras en nuestra boca y fortaleza en nuestro corazón. No nos pide que seamos héroes, sino fieles.

La clave que Jesús nos deja es la perseverancia. No se trata de resistir, sino de confiar sin soltar su mano. Perseverar es mantenerse en el bien, seguir amando, seguir creyendo, seguir caminando incluso cuando el horizonte parece oscuro. Esa fidelidad humilde es la que sostiene al discípulo.

Hoy el Evangelio nos invita a preguntarnos dónde apoyamos nuestro corazón. ¿Qué templos personales consideramos indestructibles? ¿Qué voces escuchamos cuando sentimos miedo? Jesús nos asegura que, si permanecemos en Él, nada de lo que caiga podrá destruirnos por dentro. Y que incluso en los tiempos difíciles, su presencia será nuestra verdadera fortaleza. Que aprendamos a perseverar en su amor, porque en esa perseverancia —dice Él— está nuestra vida.