Clausura fase diocesana del Sínodo mundial
La sede de la fundación Pablo VI de Madrid acogió ayer la Asamblea Final con la que la Conferencia Episcopal Española clausuró la fase diocesana del Sínodo mundial sobre «Comunión, participación y misión». La reflexión sobre el estilo sinodal que el papa Francisco quiere impulsar en toda la Iglesia comenzó a nivel local el pasado 17 de octubre. Desde entonces, y según datos de la Conferencia Episcopal, 220.000 personas han participado en todo el país en el proceso, que en la Iglesia burgalesa ha coincidido con la celebración de la Asamblea Diocesana. Las reflexiones hechas desde Burgos, unidas a las del resto de España, conforman un documento final que será enviado a la Secretaría del Sínodo de los Obispos.
Desde los grupos sinodales (unos 14.000 en todo el país) se lanzan dos ideas principales para avanzar en la misión de la Iglesia: la conversión personal y la proximidad. Una fuerte conversión personal, comunitaria y pastoral a través de la oración, los sacramentos y la formación. Y la proximidad, siendo una Iglesia que escucha, acompaña y se hace presente donde están quienes necesitan tanto acompañamiento material como espiritual. Las propuestas resaltan la importancia de la complementariedad y la corresponsabilidad de laicos, sacerdotes y religiosos. Para ello, se advierte, hay que evitar el clericalismo, la falta de compromiso laical o perder la esencia de la vida consagrada. También se hace necesaria la formación continua de todos y en todos los temas de la vida pública y de la enseñanza de la Iglesia.
También se ha hablado del papel de los laicos, especialmente el de la mujer, en los órganos de responsabilidad y de decisión en la Iglesia; los abusos sexuales, de poder y de conciencia en la Iglesia, manifestando la necesidad de perdón, acompañamiento y reparación; y la necesidad de institucionalizar y potenciar los ministerios laicales. Con menor incidencia, también se ha hablado de la ordenación de las mujeres, el celibato opcional y la necesidad de atender de forma especial a las personas que se sienten en las periferias por su origen étnico, por su situación familiar o económica o por su orientación sexual.
Al acto acudieron algunas de las personas que en la archidiócesis han participado en este proceso especial. Además del arzobispo, don Mario Iceta, se hicieron presentes Lucía Ferraras y José Luis Lastra, los dos co-referentes diocesanos para el sínodo. También asistieron Isabel Bartolomé como secretaria de CONFER y Paula Mena como miembro de la Delegación de Juventud. La Conferencia Episcopal invitó también a Roberto de la Iglesia, abad de San Pedro de Cardeña, y a Mª Pilar Tejada, abadesa de Palacios de Benaver, como representantes de la vida consagrada contemplativa a nivel nacional. Junto a ellos asistió la burgalesa Mª Ángeles Bayo como representante a nivel nacional de la HOAC.
La jornada contó con momentos para la oración, la adoración eucarística y la celebración de la misa, presidida por el presidente del episcopado español, el cardenal Juan José Omella. «Todos nos hemos sentido llamados a hacer camino juntos, animados por el Espíritu Santo», dijo en su homilía. La sinodalidad propone «un modo de hacer que busca conjugar las diferencias a partir de la escucha sincera. Es una herramienta al servicio de la comunión», pues «trata de articular la diversidad por la vía del consenso que lleva hacia la unanimidad, de manera que pueda surgir la armonía o la sinfonía. Hablar de sinodalidad es reconocer la pluralidad, las polaridades, caminar hacia la comunión que es obra del Espíritu, renunciando a la tentación de la uniformidad y la homogeneidad de todos».