Primer Domingo Cuaresma - C

tentaciones1Hace pocos días, con la imposición de la ceniza, iniciamos el tiempo de la Cuaresma. En estos 40 días, que van desde el Miércoles de Ceniza hasta la Semana Santa, la Iglesia nos invita a recorrer un camino de conversión de tal manera que, libres de todo aquello que nos separa de Dios y de las hermanas podamos celebrar el triunfo de la vida nueva que surge del crucificado-resucitado.

Este camino será más fructífero si lo hacemos atendiendo a la triple invitación que se nos hacía el pasado miércoles: intensificando la oración, compartiendo lo que somos y tenemos (limosna) y moderando nuestros apetitos (ayuno).

La liturgia en este primer domingo de Cuaresma nos ofrece el pasaje de las tentaciones de Jesús, como si quisiera advertirnos de que tampoco a nosotras nos van a faltar, pero que también podemos salir victoriosas, como Jesús.

Jesús, después de ser bautizado, dónde recibe el Espíritu, se dirige al desierto, empujado por el Espíritu, para prepararse durante cuarenta días a la misión encomendada por su Padre.

Estos cuarenta días recuerdan a los cuarenta años que peregrinó el pueblo de Israel por el desierto y a los cuarenta días que pasó Moisés en el Horeb cuando Yavhé le entregó las Tablas de la Ley.

El desierto es el lugar de los profetas, de Juan el Bautista, es un lugar privilegiado para encontrarse con Dios y también un lugar de prueba. Allí fue llevado Jesús para enfrentarse a las tentaciones de desviar su misión, tentaciones que por cierto duraran hasta el final de su vida.

Y es que el ser el Hijo amado de Dios no le supone a Jesús la ventaja de verse libre de las tentaciones. La diferencia entre Él y nosotras, es que Él no sigue las insinuaciones del diablo, y nosotras, a veces, sí las seguimos. Las tentaciones que padece Jesús van dirigidas al corazón de su ser más profundo y de su misión. Están relatadas a la manera de un diálogo entre Jesús y el diablo, quien personifica el mal.

Las tres tentaciones presentan un esquema similar: palabras del tentador por parte del diablo y respuestas de Jesús a través de una cita de la Escritura, del Deuteronomio y del libro de los Salmos. Su triple proposición “Si eres Hijo de Dios”, no expresa dudas por su parte, lo reconoce como Hijo de Dios. Pero le sugiere que interprete su condición filial como un poder. El diablo le invita para que se manifieste como mesías triunfante. Sin embargo, Jesús rechaza esta triple tentación, y en lugar de demostrar su fuerza o su poder, responde con palabras que no son suyas, sino de Dios.

Las tres tentaciones pretenden que Jesús, en su condición de Hijo de Dios, vaya más allá de los límites de su condición humana, haciendo que su filiación divina se transforme en un privilegio.

En la primera tentación, Jesús renuncia a utilizar a Dios para «convertir» las piedras en panes y saciar así su hambre, renuncia a utilizar su poder. No seguirá ese camino. No vivirá buscando su propio interés. No utilizará al Padre de manera egoísta. Se alimentará de la Palabra viva de Dios: ”No sólo de pan vive el hombre”. Jesús vence, porque vive en absoluta fidelidad al Padre.

En la segunda tentación se habla de poder y de gloria. Jesús renuncia a todo eso. No se postrará ante el diablo que le ofrece el imperio sobre todos los reinos del mundo. Jesús no buscará nunca ser servido sino servir. El poder no está en el dominio, sino en la entrega de la vida en obediencia absoluta a la voluntad de Dios.

En la tercera tentación se le propone a Jesús que descienda de manera grandiosa ante el pueblo, sostenido por los ángeles de Dios. Jesús no se dejará engañar. Aunque se lo pidan, no hará nunca un signo espectacular del cielo. Se dedicará a hacer signos de bondad para aliviar el sufrimiento y las dolencias de la gente. No será un mesías triunfalista. Nunca pondrá a Dios al servicio de su vanagloria. Estará entre los suyos como el que sirve. De nuevo la respuesta de Jesús muestra su confianza absoluta en Dios.

La triple negación de Jesús destruye la imagen del Dios omnipotente manifestada por el diablo. Termina el texto anunciando que el diablo volverá a reaparecer en la vida de Jesús en otra ocasión. Es una referencia a la cruz donde de nuevo estará en juego el mesianismo de Jesús que no quiere salvarse a sí mismo. “Si eres Hijo de Dios, bájate ahora mismo de la cruz”.

Jesús ni utilizó a Dios en provecho propio, ni luchó por conseguir el poder al que siempre renunció, ni buscó lo espectacular, antes bien huyó y desconfió del ruido de las multitudes que querían hacerlo rey...

Para cumplir la tarea de implantar el reinado de Dios aquí sólo hay un duro pero gratificante camino: amar y servir.

A lo largo de la Cuaresma también nosotras seremos tentadas, pero es Dios quién nos va a dar la fuerza para vencer la tentación y salir victoriosas sobre nuestros instintos. Él no va a permitir que seamos tentadas más allá de nuestras fuerzas; antes bien, con la prueba dará también la salida. La gran tentación es pensar que los resultados dependen de nuestros esfuerzos. Debemos poner en juego nuestras fuerzas, sí, pero sabiendo que sin Él no podemos hacer nada.

Hoy se nos hace una llamada a la conversión, entendida como “metanoia” (cambio de mente y de corazón). Es el momento de ahondar en nuestra experiencia de encuentro con Cristo. No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable, nos dice el Papa en su mensaje de Cuaresma: “Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagamos prójimos a nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación”.

“Busca un rato de “desierto” para acercarte a Jesús y ponerte, como él, a solas con el Padre y la humanidad oprimida y expectante como horizonte.

Lee la narración de las tentaciones y ponte a mirar a Jesús para conocerle internamente. Descúbrelo reaccionando aquí lo mismo que a lo largo de toda su vida: aferrado y adherido afectivamente a lo que va descubriendo como el querer de su Padre que es la vida de todos nosotros. No ha venido a preocuparse de su propio pan, sino de que comamos todos. No ha venido a que le lleven en volandas los ángeles, a acaparar fama y "hacerse un nombre”, sino a dar a conocer el nombre del Padre y a llevarnos a nosotros sobre sus hombros, como lleva un pastor a la oveja que ha perdido. No a poseer, dominar y ser el centro, sino a servir y dar la vida.

Déjate atraer por esa manera de ser suya en la que aprendemos a ser hombres y mujeres “cabales”, habla con él de tus propias tentaciones, pídele que te ayude a hacer opciones y a establecer prioridades parecidas a las suyas”

Madres Benedictinas - Palacios de Benaver (Burgos)