Primer Domingo de Cuaresma - B
El mismo Espíritu que desciende en el Jordán sobre Jesús, ahora lo lleva al desierto, lugar de prueba, de soledad, de silencio. Allí Jesús debía aprender a confiar en Dios. Los cuarenta días recuerdan las pruebas sufridas por Moisés y Elías. Marcos no dice nada sobre las pruebas a que fue sometido. Pero sí deja claro el triunfo de Jesús: su abandono en la providencia de Dios, expresado en la convivencia con los animales y en el servicio que le brindan los ángeles.
Ya desde esta primera semana de Cuaresma, Jesús nos invita también a nosotras a vivir una experiencia de desierto y nos propone atrevernos a dar la misma respuesta que Él.
Las tentaciones que Satanás presenta a Jesús, en el fondo, son las mismas con que tienta a todo hombre y a toda mujer en cualquier tiempo y lugar. Apuntan a los deseos profundos que están en el corazón humano. San Juan los denomina “apetitos desordenados, codicia de los ojos y afán de riquezas (1Jn 2,16) Pidamos al Señor la gracia para vencer las tentaciones del Maligno.
Marcos, al final del relato, pone en boca de Jesús una propuesta clara: “El Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en la Buena Noticia”. El tiempo de Juan ha finalizado, ahora se inaugura un tiempo nuevo, el tiempo de Jesús.
El Reino de Dios llega. Jesús viene trayendo la Buena Noticia del amor de Dios y su perdón, ofreciendo la salvación. Nos ofrece la posibilidad de vivir de manera distinta. Pero el don de Dios reclama, fe y conversión, una actitud de apertura y acogida por nuestra parte.
Su Reinado de justicia, libertad y fraternidad comienza a abrirse camino. Jesús nos pide conversión y fe en sus palabras, cambiar de manera de pensar y actuar y vivir creyendo esta Buena Noticia.