Ascensión del Señor - B

ascension 2021 bMarcos 16, 15-20

Celebramos hoy la fiesta de la Ascensión de Jesús al cielo. La Ascensión forma parte del misterio pascual de Cristo. Es la coronación de la vida y de las obras de Jesús. Es la entrada oficial en la gloria; es la vuelta al Padre anunciada por él en el día de Pascua: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”, le había dicho a María Magdalena. Y a los discípulos de Emaús. ¿“No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria?

“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo” … “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación… A los que crean, les acompañarán estos signos”. La partida del Señor dejó a los primeros discípulos paralizados: no sabían qué hacer, se sentían huérfanos y un tanto atemorizados hasta que, como lo narran los Hechos de los Apóstoles, dos hombres de blanco les dijeron que no se quedaran ahí plantados. La reacción no se hizo esperar y este grupo de entusiastas se puso en marcha para ir a todo el mundo a predicar el Evangelio. Ahora es nuestro turno. El Señor nos envía a predicar la Buena Noticia en un tiempo en el que la esperanza está debilitada y, para muchos, el sinsentido les está robando la paz y la ilusión. Urge ponernos en marcha, vencer la inercia y nuestros temores y, como artesanos de la vida, empezar a remendar corazones heridos y a tejer sueños, ilusiones y utopías.

Pero para que la tarea sea más fácil, el Señor nos envía el Espíritu Santo, que nos fortalece para ser sus testigos, pues por nosotras mismas no podemos nada, necesitamos la fuerza, el aliento de Dios.

Jesús no nos quiere mirando al cielo... Hay mucho qué hacer. Hay una Buena Nueva que anunciar a todos los hombres y mujeres. Es urgente.

Jesús se marcha y ahora se va a hacer presente en las vidas de las personas a través de nosotras, de nuestra cercanía, de nuestro cariño, de nuestro consuelo, de nuestra fe y nuestro testimonio de vida como cristianas y como seguidoras suyas. La tarea, por tanto, es mucha, hay mucho que hacer.

“Los discípulos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”. Aunque es difícil separar este mensaje de la Ascensión, del mensaje que escucharemos el domingo próximo, en la fiesta de Pentecostés, no podemos olvidar hoy que los apóstoles, según se nos dice en este relato evangélico de Marcos, después de la Ascensión al cielo de su Maestro, no se quedaron quietos y desesperanzados.

La esperanza pronto se sobrepuso a la inicial desesperanza: se fueron a pregonar el evangelio por todas partes. Esta es también nuestra misión en el día de hoy: predicar el evangelio de Jesús, con nuestras palabras y con nuestras obras. El evangelio de Jesús es el evangelio del Reino: la buena noticia de un reino de paz, de justicia y de amor. Hoy, tanto o más que en los tiempos de Jesús, vivimos en un reino de injusticia, de guerras, de egoísmo y de desamor. La tarea de los discípulos de Jesús sigue siendo ardua e inmensa. Si nosotros, los cristianos, no predicamos y luchamos por la venida de este reino, no seremos fieles a la misión.

Que nuestro corazón ascienda también con Jesús. Que él nos dé espíritu de sabiduría para conocerlo, que ilumine los ojos de nuestro corazón y comprendamos la esperanza a la que nos llama, la misión a la que nos envía. Que asumamos nuestra responsabilidad como anunciadoras de la buena nueva de la salvación.

“Cristo, tú que por amor descendiste hasta nosotros, haz que nosotros por amor ascendamos hasta ti”

 


“Cristo, tú que por amor descendiste hasta nosotros, haz que nosotros por amor ascendamos hasta ti”