Domingo 18 - C

domingo 18 c 2022Lucas 12, 13-21

El evangelio de hoy está centrado en la parábola del rico insensato que ha puesto toda su preocupación y su confianza en las riquezas. Jesús la cuenta a propósito de un pleito por cuestiones de herencias entre dos hermanos, de los cuales uno de ellos se acercó al Señor pidiéndole que interviniera diciéndole: “Maestro, di a mi hermano que reparta conmigo la herencia”.

Jesús, sin embargo, evita a toda costa de involucrarse en el litigio familiar y plantea su discurso a un nivel diferente. No quiere ser visto como un simple “juez” de querellas jurídicas familiares, que da la razón a uno de los contendientes y condena al otro.

No se pone de parte de ninguno, sino que contando la parábola demuestra que tanto un hermano como el otro estaban en un error, pues ambos estaban cegados por la ambición material y el deseo de “tener”, considerando los bienes de la herencia de primera importancia por encima de la fraternidad y la libertad del corazón.

El mensaje de la parábola es claro: el rico descrito es un insensato, un necio, pues no ha descubierto lo relativo y efímero de los bienes materiales y lo engañoso de la ambición y del deseo de poseer, y ha olvidado que la única realidad auténticamente consistente es Dios. Acoger la palabra de Dios este domingo es reconocer nuestro apego a los bienes materiales y nuestra ansia de posesión y de “tener”. Lo que el evangelio llama “hacerse ricos a los ojos de Dios” es descubrir otro punto de vista para relacionarnos y juzgar los bienes de este mundo. Más importante que las riquezas son los valores evangélicos.

El Señor nos invita a evitar toda clase de avaricia, pues al ponerla en el centro de nuestro corazón difícilmente Dios volvería a ocupar ese lugar en nuestra vida; desplazado el Señor, fácilmente nos iríamos tras las injusticias, tras los egoísmos enfermizos y tras la falta de un sincero amor fraterno.

No seamos tan miopes que sólo nos veamos a nosotros mismos; volvamos también la mirada hacia nuestro prójimo. No podemos desligarnos de la fidelidad en el compromiso que tenemos de construir un mundo más justo, más humano, más fraterno, más digno de todos.