Domingo 20 - C
Lucas nos expone que el deseo de Jesús es que la fuerza del Espíritu derrote a la injusticia, que el amor venza al odio, que la opresión sea sustituida por relaciones fraternales entre los hombres. Y ese fuego, dice Jesús, ya ha prendido en quienes le han dado su adhesión.
Jesús no quiere paz, si esta se entiende como renuncia a la realización de su programa para evitar conflictos. No es verdadera paz la que esconde la injusticia.
Por eso, como la adhesión al proyecto de Jesús y el compromiso de trabajar por la implantación del reino de Dios, o la opción por el mantenimiento del orden de injusticia presente tendrá que ser, tanto en uno como en otro caso, una decisión personal.
Los que apuesten por el proyecto de Jesús se verán enfrentados a los que se resistan a que el mundo cambie, a que la injusticia desaparezca, a que la fraternidad universal triunfe. Y ese enfrentamiento podrá llegar a romper incluso las relaciones fundadas en los vínculos de sangre.
Perdamos el miedo a Vivir, a seguir el mensaje del Reino, a Vivir identificándonos con la vida de Jesús.