Domingo 3 Adviento - A 2023

3 adviento 2023 AMateo 11, 2-11

Seguimos avanzando en nuestro caminar por el tiempo de Adviento. Si hasta ahora se nos llamaba a la esperanza, hoy se nos llama a la alegría. Todavía no es la alegría desbordante de la Navidad, pero sí es la alegría propia de quienes saben que con Jesús sus vidas pueden cambiar, y este mundo puede ser distinto. “Estad alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres”. Estamos alegres porque el Señor está cerca.

El evangelio de hoy nos presenta las dudas de Juan sobre la personalidad de Jesús. La actuación de Jesús le debió dejar desconcertado. Juan sabía que Jesús era el enviado de Dios, el prometido de los profetas, aquel a quien Él tenía que anunciar como el precursor.

Pero él esperaba un Mesías que extirparía del mundo el pecado imponiendo el juicio riguroso de Dios. Lo que estaba viendo que Jesús hacía y decía no coincidía con la idea de lo que Jesús debía hacer. Jesús no se comportaba como ellos pensaban que tenía que ser el Mesías.

Hay que tener en cuenta que, en el evangelio de Mateo, este texto está situado después que Jesús ya ha pronunciado el sermón de la montaña, ya ha obrado prodigios y curaciones, y ha predicho los sufrimientos del final de su vida, y esto no encajaba con lo que Juan pensaba, por lo que se le presentan dudas sobre Jesús y envía desde la prisión de Maqueronte a sus discípulos para que le pregunten directamente.

¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro? Jesús le responde: “Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan; los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia” Este es el verdadero Mesías: el que viene a aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres.

Jesús toma partido decididamente por los pobres, los humildes, los sencillos, los necesitados, los de corazón abierto, los pacíficos, los misericordiosos. Jesús no hace otra cosa que cumplir lo que anunciaba el profeta Isaías y que estamos escuchando estos domingos, y es lo que dice a los discípulos de Juan: “los leprosos quedan limpios, los ciegos ven, los inválidos andan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”.

Estas palabras de Jesús que los enviados de Juan seguro que le comunicaron, acabarían por convencerle de que había que cambiar un mucho los esquemas que ellos tenían demasiado anclados en el pasado, y le demostrarían la absoluta novedad del mensaje de Jesús, lo que Él estaba ya comenzando a anunciar rompía con lo que se había dicho y hecho hasta entonces, rompía los moldes en los que el judaísmo tradicional quería envolver la figura del Mesías, el mensaje de Jesús será nuevo por completo, y ese mensaje va a comenzar con su nacimiento.

Estas palabras también deben resonar en nuestro corazón, si el nuestro no es pobre, sencillo, humilde, necesitado y misericordioso, difícilmente va a nacer en él Jesús.

Tras haber respondido a la pregunta sobre su persona, Jesús considera la obra y la persona de Juan. Alaba el comportamiento enérgico y el modo de vida de aquel que no se ha doblegado como una caña ante los poderosos y que no se ha presentado con vestidos lujosos. Su fidelidad, su honestidad, su sencillez le hacen digno de crédito como profeta que habla en nombre de Dios. Él es incluso más que profeta.

Todos aquellos que han venido antes que él, pertenecen al tiempo de la promesa. Juan entra en escena en el tiempo del cumplimiento y por eso es más que todos los profetas anteriores a él. Es el mensajero que precede al Señor y prepara su venida. Es el Elías que viene delante del Señor y prepara al pueblo para su llegada.

Jesús, después de ensalzar la figura de Juan Bautista, como el más grande de los nacidos de mujer, declara terminada la era del Antiguo Testamento y abierta la del Nuevo, la del reino de los cielos. En ella el más pequeño es más grande que Juan.