Domingo 2 Adviento - A 2023
En este segundo domingo de Adviento aparece en las lecturas el que es una de las figuras prototipos de este tiempo: Juan el Bautista. La primera actividad que nos refiere el evangelio de San Mateo es su predicación. El contenido de sus palabras es la llamada a la conversión y el anuncio de la cercanía del Reino.
No es Juan el Mesías esperado, su función será preparar el camino del Señor y allanar sus senderos. Y a él acuden todos los que no están conformes con su forma de vivir, o de ser, los que reconocen que necesitan convertirse.
El retrato que se nos hace de él es impresionante, tanto por su atuendo silvestre, dieta ascética y el lugar de su predicación, e desierto; como por la fuerza de su mensaje: el arrepentimiento como cambio radical de vida y la inminencia del juicio de Dios, vengador de las injusticias.
En su punto de mira están sobre todo los líderes religiosos y políticos del pueblo, responsables directos de la corrupción y decadencia de aquella sociedad; los fariseos y saduceos. Su reacción estos representantes del judaísmo oficial, es una reacción muy fuerte descalificando su modo de actuar y de ser, echándoles en cara su falta de obras buenas, creyéndose salvados sólo por pertenecer al pueblo escogido, y esto es una de las cosas que el que va a venir va a cambiar, la salvación del que va a venir no será restringida sólo para unos pocos, sino que su salvación será para todos los pueblos, para todos los que quieran acogerla por encima de país, raza o color, y lo que juzgará si se acepta esta salvación o no, serán la obras que cada uno hace, que son las que dan razón de esa salvación.
Juan el Bautista, nos apunta por tanto otra dimensión del Adviento, la de la conversión personal, la del reconocimiento de los propios pecados. ¿Qué tengo que hacer, de qué tengo que convertirme? La verdadera conversión nos lleva a la raíz, a lo profundo de nuestro ser para encontrar al Dios que viene.
La conversión no se traza en el desierto, sino en el corazón. La conversión para Juan, con palabras metafóricas, consistía en preparar los caminos del Señor, allanar los senderos. En el interior de cada uno, pese a las muchas cosas buenas que tenemos, hay zonas de sombra: Hay soberbia –siempre tengo razón–,hay rencor que me impide perdonar, hay egoísmo que me hace ir «a lo mío», hay heridas que no tengo cerradas, hay tristeza que nunca se marcha, hay una vivencia religiosa aletargada… Y es de lo que tenemos que convertirnos y cambiar.
En este segundo domingo de adviento es bueno que todos renovemos nuestro propósito de conversión. Le pedimos a Dios su gracia para que recorramos nuestro camino de conversión hasta el final de nuestra vida. Porque nunca hemos terminado de convertirnos, mientras vivimos.
Que el Adviento nos ayude a seguir caminando con esperanza y muy atentos a la vida de cada día.