Domingo 31 - A 2023
Desde el domingo pasado, San Mateo nos presenta la relación de Jesús con los Fariseos. En aquella ocasión, son los fariseos, los que le hacen una pregunta capciosa a Jesús para ponerle a prueba: “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?” En el evangelio de hoy es Jesús quien “habla a la gente y a sus discípulos” sobre los fariseos.
Los fariseos no eran malas personas. Eran piadosos, amantes de la ley de Dios, deseosos de agradarle. Pero esto los llevó a poner todo su énfasis, preocupación, en las formas exteriores, los ritos, en la letra más que en el espíritu de la ley. Esto los llevó a descuidar actitudes tan importantes como la caridad y la misericordia.
Jesús no crítica la doctrina de los fariseos, que es la de Moisés, que la han conservado fielmente, sino su aplicación. Jesús no critica la autoridad, como tal, pero sí el modo de ejercerla.
“Haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen”.
Jesús critica duramente la falta de coherencia entre lo que dicen y no hacen. El desfase entre lo que dicen, que no está mal, y su praxis que no corresponde con su discurso.
“Lían y cargan fardos pesados sobre las espaldas de los demás”.
Son exigentes con los demás y perezosos consigo mismos, en el cumplimiento de la ley, las normas, los trabajos, las responsabilidades en todos los ámbitos de la vida.
“Todo lo que hacen es para que los vea la gente”.
Buscan los primeros puestos y les gusta que todo el mundo les salude y les llame maestros y padres y consejeros y guías y les haga reverencias.
Hoy ¿qué nos dice a nosotras esta palabra de Jesús? ¿Merecemos la misma crítica? También nosotras podemos tener algo de fariseas y de hipócritas. Es siempre actual la denuncia de Jesús: para los responsables de una comunidad, para los que tienen autoridad en las diversas esferas de la vida eclesial, religiosa, familiar, educa¬tiva, política, laboral. Y también para todos los demás.
“Si decimos y no hacemos”, si no somos coherentes entre lo que pensamos, sentimos y hacemos. ¿Qué credibilidad tendrá un sacerdote u obispo, una abadesa, si no “vivimos lo que enseñamos? ¿Qué credibilidad tienen nuestros políticos …? Prometen mucho y luego no hacen nada.
“Si somos exigentes con los demás y tolerantes con nosotros mismos (la ley del embudo)”¡Cuántas veces somos “duras, exigentes y fuertes con las demás, especialmente con las más débiles en todos los ámbitos de la vida: comunidad, familia, trabajo, sociedad!. ¡Cuántas veces, los que estamos arriba, ponemos pesadas cargas sobre los demás, exigiendo lo que no cumplimos?
¿Cuál es la motivación en nuestra vida: bus¬carnos a nosotras mismas (que nos aplaudan, que hablen bien de nosotras, más que el bien de los demás? Si entendemos la autoridad (sea cual sea su ámbito) como provecho propio en vez de como servicio a los demás, olvidando la consigna de Jesús: “el primero entre vosotros será vues¬tro servidor”.
Es bueno que todas nos sintamos interpeladas en nuestras relaciones con los demás, que pueden quedar deterioradas, a veces, por estas actitudes de vanidad, de interés o de autosuficiencia. Si vamos de buenas por la vida, mirando por encima del hombro a las demás, si hacemos acepción de personas (tratando bien sólo a las que nos interesan o nos resultan simpáticas), si nos esforzamos (se entiende, disimuladamente) por aparecer mejores que los demás, cuidando más la fachada que el interior.
Que no se diga de nosotras que somos de las que “dicen y no hacen”. Que nuestro testimonio sea de verdaderas creyentes que escuchan el Evangelio como Palabra viva y actualizada de Dios para cada persona y lo llevan a la vida de cada día. Que no digan eso de “mucho rezar, pero luego nada de nada”