Domingo 2 - B 2024
Tras la fiesta del Bautismo del Señor, comenzamos el Tiempo Ordinario.
En este segundo domingo, se nos plantea el inicio del ministerio público de Jesús. Jesús va llamando, reuniendo para “estar”, “aprender” y “compartir” con Él un estilo de vida diferente, a los que luego serán “su grupo”, “sus seguidores”. Dios sale también a nuestro encuentro, nos llama por nuestro nombre, se sirve de mediaciones, de otras personas, acontecimientos de la vida… Y nos invita a ser de “su grupo”, nos deja libertad para acogerle y libremente seguirle. Él nos va modelando, cambia nuestros corazones, nos da la fortaleza, el coraje para dejarlo todo y responder con generosidad a su llamada para anunciar el mensaje del Reino.
Animados por el Bautista, dos discípulos se acercan a Jesús y le preguntan “¿dónde vives?”. Jesús no les responde con la descripción o las indicaciones de un lugar físico, sino que les contesta con una invitación: “Venid y veréis”.
“Venid y veréis”. Dos verbos: ir y ver. Y en el fondo de esa doble propuesta, para ellos y para nosotras, Jesús hace una doble llamada: confiar y salir.
“Confiar” en Él. La lógica “normal” en nuestro caso si alguien nos invita a ir con él es que nosotras preguntemos primero dónde va: si el sitio nos es conocido, decidimos ir o no ir según nos acomode o no; si el sitio nos es desconocido, preguntamos detalles a quien nos invita o nos informamos previamente antes de decidir. Aquí no: primero, “venid”, y después, “veréis”. Se trata de confiar en la persona de Jesús que nos invita. Seguir a Jesús es confiar más que conocer. Nos puede llevar, y nos lleva de hecho, por caminos insospechados.
La segunda parte de la invitación, la segunda llamada, es “salir”. Porque hay que salir de donde estamos para ir adonde está Él. Y salir con todas las incomodidades y las incertidumbres que supone siempre salir y dejar lo conocido para ir a lo desconocido. En este caso absolutamente desconocido, porque Jesús no les da ningún detalle. Salir de nosotros mismos para encontrarnos con Él. Eso no es sólo ni primordialmente un movimiento físico, sino un movimiento interior. Movimiento de descentramiento: sólo en la medida que estamos dispuestos a salir de nosotros mismos nos vamos a encontrar con Jesús.
Confiaron en las palabras de Juan Bautista y de Jesús, abandonaron al Bautista y sus seguridades, y fueron. ¿Qué vieron? El evangelista no nos describe qué es lo que vieron. Habían preguntado por el lugar y el espacio donde Jesús vivía, por un lugar físico, y de eso no se nos dice nada en el evangelio. Sólo se nos dice: “Vieron dónde vivía y se quedaron con Él”. No importa el lugar, importa la Persona. Y la Persona les impresionó tanto que “se quedaron con Él”. Lo decisivo, lo que importa, en el seguimiento de Jesús no son las circunstancias, sino la Persona.