Domingo 17 - B 2024
En el evangelio Jesús se preocupa por la situación de su pueblo: llevan un largo tiempo en descampado y no tienen qué comer. Su mirada es compasiva, le duele el dolor de la gente y este sentimiento lo lleva a buscar soluciones que respondan a las necesidades reales y concretas de la gente.
Una gestión económica humana miraría y escucharía el clamor de las personas que ven con dificultad que no llegan al fin de mes. No se puede ser sordo o sólo escuchar las necesidades de los mercados. Puede que Jesús no conociera de la prima de riesgo ni de los avatares de la bolsa, pero si conocía el corazón de su pueblo, lo escuchaba y actuaba en consecuencia. Fomentar una cultura de la solidaridad.
La multiplicación no fue un acto de magia. ¿Qué fue lo que hizo Jesús? Yo creo que básicamente movió los corazones de quienes estaban en aquél descampado para que miraran al que tenían al lado, que buscaran a quien no tuviera nada y compartieran su pan con él.
Cuando somos capaces de compartir los bienes de la tierra éstos alcanzan y sobran para todos. Una gestión económica con corazón debería superar la lógica del beneficio y del lucro personal para pensar en el bien para todos. Lo que no es bueno para todos, no es bueno para mí. Los bienes del mundo son suficientes, pero no están bien distribuidos… Ya lo decía san Basilio hace 16 siglos, …el pan que tú tiras es el pan del hambriento...
Los bienes compartidos alcanzan para todos y sobra. Pero el que haya abundancia no debe llevar al despilfarro. Hay que racionalizar el consumo, vivir austeramente para que otros también puedan tener lo que necesitan para vivir con dignidad. La austeridad en tiempos de bonanza puede ayudar a vivir con dignidad en épocas de crisis.
No sé si Jesús logre convencer a los mercados y a los técnicos, pero, a quienes creemos que otro mundo es posible, seguramente nos motiva a vivir de una manera distinta, a gestionar los bienes que tenemos con corazón.
Javier Castillo SJ