Domingo 7 - C 2025
El malestar que nos generan algunas personas no siempre nace de una maldad de corazón. Pueden ser malentendidos, diferencias de carácter u otras razones las que pueden provocar que una relación personal, familiar o del entorno del trabajo se vuelva incómoda y molesta.
Por otra parte, tenemos que asumir con serenidad que haya personas que nos quieran mal. Puede ser por prejuicios ideológicos o por esa mezcla destructiva que forman el orgullo y la envidia por lo que la mirada de estas personas hacia nosotros esté envenenada y hagamos lo que hagamos siempre les parecerá mal.
En ambas situaciones es posible que no podamos cambiar objetivamente la realidad que vivimos, pero lo que siempre estará en nuestra mano será cambiar nuestra mirada. La compasión es el arma más poderosa que tenemos los cristianos para vencer el mal que hay en el mundo. Para que pueda echar raíces profundas en nuestro corazón necesitamos alimentarnos de una buena dosis de silencio, de oración y de esa paz interior que nace del encuentro con Jesús.
Vivimos en una sociedad crispada, donde se nos incita continuamente a la polarización, al enfado y al insulto rápido. Asistimos a un permanente bombardeo mediático, que genera bandos y enfrentamientos. Hemos hecho de las redes sociales un espacio donde se vierten descalificaciones y proliferan los impulsos más primarios sin el más mínimo sentido crítico, diálogo o reflexión.
Jesús hoy nos sigue interpelando a amar a los enemigos, a no juzgar para no ser juzgados, a ser compasivos y misericordiosos. Solo viviendo en paz y llevando a Dios en el corazón, podemos ser capaces de no devolver mal con mal. Solo buceando hasta la profundidad de las propias debilidades y sintiéndonos perdonados y queridos por Dios, podemos transparentar serenidad y paz en nuestra relación con los demás.
Por eso, en llevar a las situaciones concretas de nuestra vida la propuesta que hoy Jesús nos realiza, nos jugamos nuestra identidad como cristianos y que el Evangelio siga teniendo algo que decir para el mundo de hoy: "Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados".
No hay otro camino.