3 Adviento - A 2025
El Tercer Domingo de Adviento, llamado Gaudete, nos invita a una alegría serena; una alegría que no depende de las circunstancias, sino de la certeza de que el Señor está cerca y actúa incluso cuando su presencia parece discreta.
El Adviento nos recuerda que la verdadera alegría nace en quien sabe esperar, reconoce los signos de Dios y se deja transformar por una esperanza que sostiene en los días difíciles.
Juan el Bautista, desde la cárcel, envía a preguntar a Jesús si Él es el que tenía que venir; su duda refleja la del creyente cuando las promesas de Dios parecen tardar. Jesús responde con obras: los ciegos ven, los cojos caminan, la vida renace donde antes había oscuridad. Nos invita así a descubrir su presencia en lo pequeño, en lo que brota lentamente, en los frutos que solo se perciben con una mirada atenta.
La figura de Juan nos enseña la humildad de aceptar que Dios no siempre actúa según nuestras expectativas; él anunció un Mesías poderoso, y Jesús se revela compasivo y cercano.
El Adviento nos llama a dejar que Dios sea Dios, a abandonar ideas rígidas sobre su modo de obrar y a descubrir que su salvación suele manifestarse con ternura y profundidad. Cuando cedemos ese control, nace en nosotros una alegría más pura.
Por eso Jesús proclama: “Feliz el que no se escandalice de mí”; feliz quien acoge la forma sencilla en que Dios viene, quien reconoce a Cristo en lo pequeño y débil, quien descubre su luz sin estruendo.
En este domingo de alegría anticipada, la Iglesia nos recuerda que Dios ya está obrando y que la verdadera alegría nace en un corazón que sabe esperar, que se deja sorprender y que reconoce la presencia del Señor en los signos sencillos de cada día.

