Inmaculada Concepción - A 2025
En esta solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Evangelio de la Anunciación nos hace volver a Nazaret, a ese instante silencioso en el que Dios decidió entrar en nuestra historia a través del corazón puro de una joven. María, preservada del pecado desde su concepción, no fue apartada del mundo, sino preparada por Dios para acoger plenamente su Palabra. Su corazón libre, su escucha atenta y su disponibilidad total hicieron posible la llegada del Salvador.
María es “llena de gracia” porque así la soñó Dios desde el principio: sin sombras que le impidieran escuchar, sin miedos que bloquearan su libertad. Por eso su turbación es humilde, su pregunta es sincera y su “hágase” es la entrega más pura que una criatura puede ofrecer. En ella vemos lo que Dios puede hacer cuando encuentra un corazón abierto.
Contemplar hoy a María Inmaculada es recordar que la gracia de Dios es más fuerte que el mal, que Él puede hacer cosas grandes también en nuestra vida sencilla si le dejamos un espacio. Lo que Dios busca no son gestos extraordinarios, sino la disponibilidad cotidiana, la apertura confiada que transforma lo pequeño y lo convierte en lugar de salvación.
Pidamos a María que nos enseñe a escuchar como ella, a confiar como ella, a decir nuestro propio “hágase” allí donde el Señor nos llama. Que su corazón limpio nos inspire para creer que Dios aún puede renovar lo que en nosotras parece difícil, frágil o cerrado. Y que, celebrando su Inmaculada Concepción, también nosotras abramos un poco más el corazón para que la Palabra encuentre en nuestra vida un lugar donde hacerse carne.
