Inmaculada Concepción

inmaculada

María no sólo tiene una relación singular con Cristo, el Hijo de Dios que, como hombre, quiso convertirse en hijo suyo. Al estar totalmente unida a Cristo, nos pertenece totalmente a nosotros. María está cerca de nosotros como ningún otro ser humano, ya que Cristo es hombre para los hombres. Todo su ser es un "ser para nosotros". Y, cuanto más se entrega la persona humana, tanto más se encuentra a sí misma.

¿Inmaculada"? ¿Tiene algo que decirnos hoy? El saludo del ángel nos hace comprender que María, la humilde mujer, es ese "resto santo" de Israel, en ella está presente la verdadera Sion, la morada viva de Dios. En ella habita el Señor, en ella encuentra el lugar de su descanso. Ella es casa viva de Dios, que no habita en edificios de piedra, sino en el corazón del hombre vivo. Ella, el retoño que, en la oscura noche invernal de la historia, florece del tronco abatido de David. En ella se cumplen las palabras del Salmo: "La tierra ha dado su fruto" (Sal 67, 7). Ella, vástago, del que deriva el árbol de la redención y de los redimidos. Dios no ha fracasado. En la humildad de la casa de Nazaret vive: Dios salvó y salva a su pueblo.

El hombre actual vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia y que necesita desembarazarse de ella para ser plenamente él mismo. No quiere recibir de Dios su existencia y la plenitud de su vida. Quiere tomar por sí mismo el ”árbol del conocimiento” el poder de plasmar el mundo, de “hacerse dios”, elevándose a su nivel, y de vencer con sus fuerzas a la muerte y las tinieblas Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte.

Pero, Amor no es dependencia, sino don que nos hace vivir. La libertad de un ser humano es la libertad de un ser limitado y, por tanto, es limitada ella misma. Sólo podemos poseerla como libertad compartida, en la comunión de las libertades: la libertad sólo puede desarrollarse si vivimos, como debemos, unos con otros y unos para otros. Vivimos como debemos, si vivimos según la verdad de nuestro ser, es decir, según un plan. Y ese plan Porque no es para el hombre una ley impuesta desde fuera, que lo obliga, sino la medida intrínseca de su naturaleza, una medida que está inscrita en él y lo hace imagen de Dios, y así criatura libre.

Es lo narrado en la imagen del Paraíso terrenal. “El tentador es la fuerza "que siempre quiere el mal y siempre obra el bien" (J. W. von Goethe, Fausto I, 3). Pensamos que pactar un poco con el mal, reservarse un poco de libertad contra Dios, en el fondo está bien, e incluso que es necesario. Al mirar el mundo que nos rodea, vemos que no es así, es decir, que el mal envenena siempre, no eleva al hombre, sino que lo envilece y lo humilla; lo daña y lo empequeñece. Hoy, día de la Inmaculada debemos aprender más bien esto: el hombre que se abandona totalmente en las manos de Dios no se convierte en un títere de Dios, en una persona aburrida y conformista; no pierde su libertad. Sólo el hombre que se pone totalmente en manos de Dios encuentra la verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de la libertad del bien. El hombre que se dirige hacia Dios no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo. El hombre que se pone en manos de Dios no se aleja de los demás, retirándose a su salvación privada; al contrario, sólo entonces su corazón se despierta verdaderamente y él se transforma en una persona sensible y, por tanto, benévola y abierta.

Cuanto más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres. Lo vemos en María. El estar totalmente en Dios es la razón por la que está tan cerca de los hombres. Por eso puede ser la Madre de todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la que todos, en cualquier necesidad, pueden osar dirigirse. Ella lo comprende todo y es para todos la fuerza abierta de la bondad creativa.

En ella Dios graba su propia imagen. La de Aquel que sigue la oveja perdida para tomarla sobre sus hombros y llevarla a casa. María es la figura anticipada y el retrato permanente del Hijo. La imagen de la Dolorosa, de la Madre que comparte el sufrimiento y el amor, es una imagen de la Inmaculada. Su corazón, mediante el ser y el sentir con Dios, se ensanchó. En ella, la bondad de Dios se acercó y se acerca mucho a nosotros. Así, María está ante nosotros como signo de consuelo, de aliento y de esperanza. Se dirige a nosotros, diciendo: "Ten la valentía de osar con Dios. Prueba. No tengas miedo de él. Ten la valentía de arriesgar con la fe. Ten la valentía de arriesgar con la bondad. Ten la valentía de arriesgar con el corazón puro. Comprométete con Dios; y entonces verás que precisamente así tu vida se ensancha y se ilumina, y no resulta aburrida, sino llena de infinitas sorpresas.

Queremos implorarle que ponga a María en nuestro camino como luz que nos ayude a convertirnos también nosotros en luz y a llevar esta luz en las noches de la historia.

Jesús Yusta Sainz