Inmaculada Concepción de María
Lucas 1, 26-38
Hoy celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María y lo hacemos en el marco del Adviento.
¿Qué significado tiene en el tiempo de Adviento esta fiesta que nos invita a contemplar el inicio de la vida de la que será la madre del Señor?
Su condición inmaculada es signo de la acción de Dios que nos llama y que “nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos consagrados e irreprochables ante él por el amor” (EF 1,4)
María es, pues, la mujer elegida, escogida por Dios para ser objetos de su amor gratuito, para ser espacio de la presencia de Dios, el lugar de la Encarnación del Hijo del Hombre.
El evangelio de la Anunciación expresa la vocación de María y el cumplimiento de la promesa hecha por Dios a la humanidad. Por eso la grandeza de María consiste en su apertura a la Palabra de Dios, acogiendo la alianza que Dios le ofrece y autodefiniéndose ella misma como “la esclava del Señor”. María cree en la promesa de Dios, para quién nada es imposible.
María es modelo de esperanza. Mujer sencilla, humilde, que supo escuchar y acoger con fe la promesa de Dios. Por su aceptación y entrega al plan divino hizo posible que la Palabra de Dios acampara entre nosotros. Ella le esperó con inefable amor de madre. Ella lo recibió en sí misma como carne de su carne. Ella dijo sí a Dios: “hágase en mi según tu palabra”.
ALÉGRATE. Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que también hemos de escuchar nosotras. “Alégrate” En medio de estos tiempos de incertidumbre y oscuridad, llenos de problemas y dificultades, lo primero que se nos pide es no perder la alegría. Sin alegría la vida se hace más dura y difícil, pero la alegría no es sólo algo temperamental. No es sólo la satisfacción de no tener problemas. No es optimismo infantil e irresponsable: Es el fruto de quien confía en Dios y lo acoge en su vida diaria.
EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO. No estamos solas, perdidas, caminando hacia un futuro incierto. Dios nos acompaña, está con todas y con cada una. Él sostiene nuestras vidas. Sólo quiere y busca nuestro bien.
NO TEMAS. Son muchos los miedos que pueden despertarse en o: miedo al futuro, a la enfermedad, a la muerte. Nos da miedo sufrir, sentirnos solas, no ser amadas ni comprendidas. Podemos sentir miedo a nuestras incoherencias. El miedo es malo, hace daño. El miedo ahoga la vida, paraliza las fuerzas, nos impide caminar. Nos impide vivir de manera positiva. No nos deja vivir amando, dándonos, pensando en las demás.
HAS HALLADO GRACIA ANTE DIOS. No sólo María, también nosotras podemos escuchar estas palabras porque, todos vivimos y morimos sostenidas por la gracia y el amor de Dios. Nos enfrentamos a cada día envueltas por su amor. Todo puede convertirse en gracia. Cada una podemos ser gracia de Dios para las demás. La comunidad es una gracia de Dios.
EL QUE HA DE NACER DE TI SERÁ SANTO. Todas, como María, cada una desde su propia vida, desde su propia manera de ser y de vivir, podemos hacer que la vida no sea estéril, sino fecunda.
HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA. Que se haga en mi según la voluntad de Dios. Que en mi vida vaya ocurriendo como lo quiere Dios. Que no busque nunca mi propia voluntad sino la de Él.
Contemplar a María en el corazón del Adviento nos exige vivir totalmente entregadas a Dios para que nuestras vidas sean presencia de Dios y con María, podamos cantar las maravillas que él obra constantemente en nosotras más allá de nuestras fragilidades y debilidades.
Que Ella nos enseñe a esperar con amor de madre a su Hijo, que nos regale su esperanza y su sencillez para acogerlo y darlo a los demás. Ella que supo hacer vida en su vida La Palabra nos ayude a nosotros a decir “hágase” tu voluntad.
¡FELIZ FIESTA DE LA INMACULADA!