Viernes Santo
Existe una copla popular bien conocida de Antonio Machado que termina así: “No quiero cantar ni puedo a ese Jesús del madero sino al que anduvo en la mar” Y así suele ser entre nosotros. Admiramos más al Jesús de los milagros, el de los poderes especiales, el que es capaz de andar sobre las aguas, y nos cuesta mirar y entender al Jesús de la cruz. Sin embargo, otro poeta Lope de Vega tiene unos versos al Crucificado que termina así: Pero, “¿cómo clavado enseñas tanto? Debe de ser que siempre estás abierto, ¡oh Cristo, de ciencia eterna, oh, libro santo!” Sí, tenemos que acercarnos a la Cruz y aprender de ella, leer en ella, empaparnos de sus enseñanzas. Y ¿qué aprender? Aprender cómo Cristo ha vivido y procesado la injusticia enorme que le han hecho. Él había dicho: “si te abofetean en una mejilla, preséntale la otra”;
“Perdona hasta setenta veces siete” “Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen…” Esto había predicado Jesús, pero no ha sido en él mera doctrina, meras palabras. Él lo ratifica con su vida: “Perdónales porque no saben lo que hacen”; “Pedro, guarda tu espada” Este es Jesús. ¿Seremos nosotras capaces de responder con tanta bondad, sin devolver mal por mal, sin violencia? Aprender cómo Jesús procesa la injusticia, la traición, la calumnia, el sufrimiento y el dolor: “Hágase tu voluntad y no la mía”; “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. El sufrimiento y el dolor pone a prueba lo que somos y lo que creemos y por eso cuando llega. O nos amarga, nos rebela y nos cierra sobre nosotras mismas, nos desespera, o nos abre a Dios como a Jesús, nos enseña a ponernos más en las manos de nuestro Padre, Dios. Nos enseña solidaridad: “Lo que hicisteis a uno de mis pequeños hermanos, a mí me lo hicisteis” ; “No lloréis por mí, llorad por vosotros y por vuestros hijos” ; “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
No es una casualidad. Cristo va a la cruz por nosotros, por enseñar el Dios verdadero, misericordioso, por liberar a toda la humanidad del sinsentido y la desesperación, por ti, por mí... También nosotras somos invitadas a ser solidarias porque el Hombre Dios muere en Viernes Santo, pero muchos hijos suyos siguen muriendo hoy en los hospitales, en las guerras, en el mar que se traga a los inmigrantes, en los que no tienen trabajo, en las mujeres maltratadas, en la soledad insoportable de muchos ancianos. Estos piden solidaridad, la tuya, la mía, la de todos los que seguimos a Jesús.
Al contemplar la Cruz vamos a gradecer al Señor el regalo inmenso de la redención, pero además vamos a comprometernos a reaccionar más cristianamente ante las injusticias que podamos sufrir: procesar más cristianamente el dolor y el sufrimiento que nos toque; ser más solidarias con tantas hijas e hijos de Dios, hermanos nuestros crucificados de cualquier forma.