Domingo XIII - A

cruz camino

Mateo 10, 37-41

En el evangelio de hoy Jesús sigue instruyendo a los suyos. El domingo pasado nos decía que el seguirle podría acarrearnos problemas y que ante eso nos mantuviéramos fieles, porque nosotros valemos más que los gorriones. Pues bien, hoy nos enseña que la opción por él, por Jesús, debe ser total. La fidelidad a Jesús no puede estar supedita por otras fidelidades humanas. Con Jesús no sirven las medias tintas, ni las indecisiones, ni las ambigüedades. La exigencia del seguimiento es fuerte, nos compromete hasta lo más profundo de nosotros mismos.

“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí.” “No es digno de mí” es otra manera de decir “no puede ser discípulo mío”.

El que no está dispuesto a amar al Señor más que a su padre o madre, más que a su hijo o hija, más que a su propia vida, no puede ser verdaderamente discípulo de Cristo. El amor a Jesús debe estar por encima del amor a quienes nos han dado la vida, así como también por encima del amor a la propia vida.

Las exigencias de Jesús para seguirle suenan muy duramente a los oídos y, mal entendidas, pueden producir la idea de un Jesús sin entrañas. Estas expresiones tan duras hay que entenderlas en sentido metafórico. Son expresiones orientales, intencionadamente exageradas para poner más de relieve el mensaje que Jesús quiere comunicar. Con ellas pretende señalar la radicalidad con que es preciso seguirle. Jesús no fue inhumano; al contrario, fue el más humano de los humanos. Su vida fue un continuado gesto de ternura. No pudo contener las lágrimas ante la muerte de su amigo Lázaro. Jesús defiende el amor y el cuidado de los padres ancianos.

Lo que quiere decirnos es que nadie, pero menos sus discípulos, ha de dejarse atrapar por una familia posesiva, sino que cada miembro ha de hacer su opción libre, que la familia no puede condicionar su llamada a seguirle y a trabajar por el Reino. Jesús habla de totalidad: "Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente..”

Jesús quiere ser el único absoluto de nuestra vida. El que se escandaliza porque Cristo exige la renuncia, incluso a cosas buenas, es que no ha entendido nada del evangelio. Ser cristiano no equivale a ser honrado y no hacer mal; eso lo procuran hacer también los seguidores de muchas religiones e incluso muchos ateos. Ser cristiano significa estar dispuesto a toda renuncia y a todo sacrificio por Cristo.

El segundo punto es el de la cruz: "El que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí". Aquí la cruz quiere decir asumir el camino de Jesús en todo, con todas las consecuencias, también la de la cruz, es decir, con la posibilidad de sufrir por fidelidad al amor hasta el final.

El seguimiento de Jesús comporta renuncias y sacrificios. En muchas ocasiones, nos encontraremos ante una encrucijada: aceptar o no la cruz, seguir los valores del evangelio o la comodidad que nos ofrece el mundo. A veces, la cruz se nos puede hacer muy pesada. Jesús nos ha dicho: “Venid a mí y yo os aliviaré “(Mt 11,28), la resistencia no está en nosotros sino en el Señor

Los dos últimos dichos de Jesús manifiestan la importancia de la acogida y de la ayuda al hermano. Cualquier cosa que le hagamos, se lo hacemos al mismo Cristo: El que os recibe a vosotros, me recibe a mí. El que dé de beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños… no perderá la recompensa. Recibir a profetas, justos, y pequeños nos dice también Jesús que va acompañado de recompensa.