Solemnidad Todos los Santos - A
Mateo 5, 1-12
La Iglesia celebra hoy la solemnidad de Todos los Santos. Muchos son reconocidos como tales, pues la Iglesia los ha declarado y los ha incluido en su lista de personas ejemplares que han seguido a Jesús en este mundo de un modo heroico. Pero hay otros que nos han precedido en la vida o que han vivido con nosotros y disfrutan de la gloria de Dios en el cielo y no están en la lista oficial de santos y beatos. Son cristianos anónimos que, desde los primeros tiempos de la Iglesia y hasta hoy han vivido la vida temporal en la santidad, con virtudes heroicas, con estrecha unión con Jesucristo, con Santa María, nuestra madre, y con los santos que han inspirado su vivir y su andar de cada día. A todos estos cristianos anónimos los celebra hoy la liturgia de la Iglesia con una misma celebración, con un mismo reconocimiento y con los mismos honores.
Hoy recordamos también a todos los santos vivos, a todos aquellos que día a día intentan hacer el bien, llevar a la paz allí por donde van, y ser solidarios con aquellos que los necesitan. A todos aquellos que antes de mirar por ellos, son capaces de echar una mirada a su alrededor y se sienten cercanos al que sufre o se encuentra solo. A todos los que tienen un corazón de carne que padece cuando alguno cerca o lejos de él es maltratado o agredido en su dignidad. Hoy recordaos a esos santos vivos que son ejemplo para nosotros.
Todos sabemos, que tanto los que no están ya con nosotros como nosotros mismos, que en este mundo y en la vida nadie se va sin su parte mayor o menor de sufrimiento, es la realidad, es la vida misma. Esos momentos duros y difíciles son aquellos en los que realmente nos manifestamos como somos. Hay quien los convierte en una oportunidad para crecer, para madurar, para manifestar su generosidad, su entrega, su humildad, su aceptación de la voluntad de Dios de la que ya hemos hablado. Son esos grandes maestros de la vida que no quieren ser modelo de nada, pero su conducta es verdaderamente ejemplar. Otros, sin embargo, no nos comportamos así, nos rebelamos, rechazamos el problema, y eso aumento nuestro desasosiego y desesperación. El santo ha padecido y ha sufrido, pero no solo no se ha revelado, sino que lo ha llevado con amor y como una ofrenda a Dios.
Jesús, en el evangelio, enumera algunos detalles de sus vidas. Son pobres porque no pusieron las riquezas como lo principal de sus vidas. Son sufridos porque fueron personas capaces de aguantar mucho y de sufrir malos ratos sin echarse para atrás. Son hombres y mujeres que tienen hambre y sed de justicia porque tuvieron hambre y sed de hacer las cosas bien y reflejaron en sus vidas la bondad de Dios. Son misericordiosos, compasivos, capaces de disculpar y perdonar a todos, pero, sobre todo, capaces de compadecerse de los más desgraciados del mundo. Son limpios de corazón, transparentes como los niños, sin malas intenciones, diciendo siempre la verdad con sus palabras y con sus vidas. Y dice Jesús que les llamarán «hijos de Dios» porque trabajaron por la paz. Son esas personas que contagiaron paz, que daba gusto estar con ellas, que infundían ánimos y esperanza. Recordamos que la paz de Dios nace de las cosas bien hechas.
Pero esas personas, igual que Jesús, también sufrieron el rechazo y la oposición de otras gentes. También en eso reprodujeron en sus vidas los rasgos de Jesús. Cada santo es una obra hermosa de Dios, un regalo maravilloso de Dios para nuestro mundo.
Todas esas personas recibieron en sus almas la bondad y la santidad de Dios y han hecho más humano y más habitable nuestro mundo. Nosotras que estamos celebrando esta fiesta también participamos de esa santidad que regala Dios. Este día también es nuestra fiesta. Estamos haciendo nuestro mundo más humano y más habitable. Podemos sentirnos miembros de esa familia inmensa de santos en la que Dios también nos regala a nosotras sus rasgos más hermosos.