Primer Domingo de Adviento - B

primer domingo adviento bMarcos 13, 33-37

Hoy comenzamos el Adviento. Un tiempo para reavivar en la comunidad los deseos y las actitudes que permitan que se actualice la venida de Jesús aquí y ahora. Un tiempo, en palabras del profeta Isaías, para allanar los senderos y enderezar los caminos de tal manera que se eliminen todos los obstáculos que impiden la presencia transformadora de Jesús. Un tiempo, también, para alentar la esperanza, la ilusión y la utopía porque Dios entra de nuevo en la historia para hacer de ésta una “Historia de Salvación”.

Jesús, el Hijo de Dios, que nos ama con un amor inmenso, nos invita a abrir nuestro espíritu y a recibir su salvación. Él está entre nosotras, él viene a compartir nuestra vida, él vendrá un día para hacer de este mundo definitivamente, el mundo de Dios. Paso a paso, durante estas semanas, intensificaremos el deseo de vivir unidas a él, prepararemos sus caminos y oraremos para que su venida nos transforme, y transforme a toda la humanidad.

El Adviento es también un tiempo de vigilancia con el que continuamos el ritmo de las parábolas que reflexionamos en los últimos domingos del tiempo ordinario. No sabemos el momento en que va a llegar el Señor, pero sabemos que va a llegar, por eso debemos de estar en vela, vigilantes.

Se trata de una vigilancia activa que va dando calidad a lo que hacemos cada día. Velar es la mejor manera para trabajar nuestro interior, purificando nuestro corazón para que Dios vaya tomando posesión de nuestras vidas.

“Velad, vigilad”. Jesús sabe que tendemos a dormirnos en nuestros esfuerzos. Él sabe que nos cansamos fácilmente de luchar contra lo que nos ata y no nos deja ser mejores personas. Él sabe que nos dejamos envolver fácilmente por las costumbres del mundo, por la rutina, por la mediocridad. Él sabe todo esto de nosotras y más. Por eso nos dice que tenemos que estar vigilantes y atentas, tenemos que tener los ojos bien abiertos porque el Señor va a llegar.

Tres veces repite el evangelio de hoy, “Mirad”, Vigilad”, “Velad”, reiterándonos la necesidad de vivir despiertas, vigilantes, pues no sabemos cuándo vendrá el Señor, si al atardecer, o a media noche, o al canto del galo, o al amanecer.

Nuestra mente está embotada por la rutina, la dispersión, el cansancio, el vacío. ¡Velad! Vela quién ama y el que ama sabe esperar. Esperamos a Jesús si lo amamos y deseamos ardientemente encontrarnos con él. Se le espera amando concretamente, sirviéndolo en las hermanas. Hoy Dios nos acucia para que velemos, para que no dejemos pasar esta oportunidad que nos regala.

Debemos de estar atentas, pendientes de cuándo sucederá ese encuentro con el Señor encarnado que tanto anhelamos. Pero, ¿dónde ese Dios? ¿Dónde encontrarle? Jesús nos da una pista: es necesario prestar atención a lo que acontece a nuestro alrededor.

Hay tres actitudes que nos ayudarán a propiciar este encuentro:

1ª. La CONFIANZA, pues como dice Isaías, Dios se hace el encontradizo con quien practica el bien; por tanto, debemos hacer lo que nos manda el Señor: amar, perdonar, orar…

2º. La VIGILANCIA, escuchando sus palabras y manteniendo la mirada sobre Él. A veces, nuestro interior está lleno de ruido y, si no estamos atentas, podemos perder la ocasión de escuchar a Dios.

3º La ACOGIDA, porque es la mejor forma de recibir a quien nos visita. Dios, al venir, llama a nuestra puerta para que le recibamos. Pero, ¿cómo acoger a un Señor que no vemos?, pues acogiéndonos entre nosotras como Él hizo con nuestra humanidad.

¡FELIZ ADVIENTO!