Domingo de Pascua - B

domingo pascua 2021Juan 20, 1-9

Hace pocas horas, en miles de rincones de la tierra, la oscuridad de la noche fue quebrada por la luz del fuego nuevo con la que se nos anunciaba que Jesús de Nazaret, el hombre que murió por amor a nosotros, su pueblo, había vencido a la muerte y ahora, resucitado, vive en medio de nosotros como faro, pastor, guía y sentido de nuestras vidas.

Hace pocas horas nos dejamos alcanzar por la Palabra con la que revivimos el paso de Dios en la historia, en cada una de nuestras historias. Una presencia que habla de amor incondicional, de entrega generosa, de apuesta por el ser humano, del sí definitivo de Dios por la vida.

Hace pocas horas, inundados por la fuerza de la esperanza, nos sumergimos en las aguas bautismales para traer a la memoria y al corazón que somos pertenencia de Dios, que somos seres habitadas por el Dios de la Vida que no ceja en su empeño de comunicarnos su vida, de hacernos parte de su cuerpo.

Hoy, al amanecer, acompañamos a María Magdalena, a Juan y a Pedro…

“El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro” …

La losa estaba quitada porque no se puede encerrar la vida, porque el sí definitivo de Dios no puede ser secuestrado por las fuerzas de la muerte, la destrucción y la tristeza. El sepulcro está vacío porque la muerte no le ha ganado al Dios de la Vida. El sepulcro está vacío porque Dios no quiere que le encontremos envuelto en una mortaja sino en los proyectos de vida digna que resurgen como un canto a la esperanza.

Ninguna losa puede encerrar la vida de las mujeres que, como María Magdalena, han recobrado su lugar en la comunidad por el amor inclusivo del Maestro. A María, la rechazada, la juzgada, la señalada, Jesús le ha quitado las etiquetas de la exclusión para hacerla partícipe de una historia de amor, de una historia de libertad que nada ni nadie le podrá arrebatar porque no está escrita en papeles sino tatuada en su corazón, en la profundidad de su alma. Con María proclamamos que hoy también ninguna losa puede encerrar ni disminuir la dignidad de la mujer.

¡Resucitó! ¡Aleluya!… que el triunfo de la Vida siembre en nuestros corazones la ilusión de un nuevo amanecer, los deseos por apostar a la construcción de un mundo mejor, la alegría de sabernos amados por un Dios de vida y la sabiduría para ver y comprender que ninguna losa puede encerrar la vida, la libertad y los sueños de la humanidad.

¡FELIZ PASCUA!