Domingo Tercero de Pascua - B

domingo 3 pascua 2021Lucas 24, 35-48

Hoy, en el evangelio, Jesús se presenta resucitado a los discípulos, incluidos los de Emaús, que estaban contando su experiencia de encuentro con Él. Les saluda con la paz y les muestra las manos y los pies, donde están las señales de los clavos, para que vean que es el mismo al que crucificaron.

Jesús confirma la fe de sus discípulos con presencia, palabras y signos. Pero estas manifestaciones de Jesús les desbordan, no acaban de creer por la alegría; seguían atónitos porque les parecía demasiado bueno.

Vamos a ir recorriendo los pasos que da Jesús con sus discípulos, la pedagogía que emplea Jesús con ellos.

1º Los discípulos que cuentan lo que les ha pasado son los de Emaús.

Jesús se presenta en medio de ellos saludando con la paz, pero, su presencia inesperada produce en ellos MIEDO pensando que era un fantasma, en vez de Paz y alegría, como nos contaba el evangelista San Juan, el domingo pasado.

Los discípulos vivían en el miedo y la duda, estaban agitados y nerviosos. ¡Qué falta les hacía y nos hace el saludo de la Paz! Todos necesitamos la paz de Jesús. Es una paz que se ha fraguado en la lucha, que ha pasado por el sufrimiento y la angustia, que ha vencido al miedo y a la muerte. Es fruto de la Pascua. Si vivimos la Pascua recibiremos la paz, y con la paz la alegría y la confianza.

2º Después les enseña las manos y los pies.

Muestra sus señas de identidad, las manos y los pies, para verificar que es Él mismo en persona, que el crucificado ha resucitado.

Conserva las heridas de los clavos, pero se habían convertido en memorial de su amor. Manos benditas y pies gastados. Las cicatrices son heridas curadas.

Estas nos han de dar confianza y esperanza de que después del dolor, de los golpes y los sufrimientos de la vida, viene la calma, la salud y la paz.

3º ¿Tenéis algo que comer?

Les pide algo para comer. Los fantasmas no comen. Él es como nosotros y se adapta a nuestros usos y costumbres. Casi todas las apariciones de Jesús van acompañadas de comida. Es una prueba de amistad y humanidad, pero también una referencia eucarística. Jesús sirve de alimento de salvación.

La eucaristía es el sacramento por excelencia para encontrarnos con Jesús, que sigue vivo y presente entre nosotras.

4º La lectura de la Palabra

En esta escena sigue el mismo esquema de revelación que con los discípulos de Emaús: las sagradas escrituras y la Eucaristía, pero, con orden inverso. Aquí comienza por la Eucaristía, comiendo un trozo de pez que ellos mismos le ofrecen y termina explicándoles y recordándoles cómo todo lo que dicen las escrituras: en la ley de Moisés, los profetas y en los salmos acerca de Jesús tenía que cumplirse. “Entonces les abrió el entendimiento para comprender las escrituras”.

La lectura de la Palabra de Dios debe ser algo insustituible para nosotras, es el alimento necesario para caminar por la vida, para iluminar nuestro camino en medio de la oscuridad, de las tinieblas. “Lámpara es tu palabra para mis pasos” dice el salmista.

El encuentro de Jesús con los discípulos termina con una meditación de los hechos vividos a la luz de la Escritura. Jesús, se emplea a fondo utilizando el mejor argumento para un judío, las sagradas escrituras. Y fue repasando con ellos lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas acerca de mí. Aquellas mentes se iluminaban y aquellos corazones ardían. Empezaron a entender que la fuerza de Dios no está reñida con la debilidad, que la gloria de Dios no consistía en triunfos militares y políticos, sino en victorias del amor.

5º Los que se encuentran con Jesús resucitado no pueden callárselo, por ello, comienzan en su nombre a predicar “la conversión y el perdón de los pecados”. Este es el mensaje central de la salvación.

Jesús los envía a proclamar la victoria sobre la muerte, y a predicar la conversión y el perdón de los pecados. Es el triunfo de la vida y la misericordia de Dios. Ya no valen ni se necesitan los sacrificios antiguos, ahora lo único importante es CREER EN JESÚS.

Y nos envía también a nosotras a proclamar con la palabra y la vida que Jesús ha Resucitado, que Jesús Vive para siempre y nos da su Vida.