Domingo 3 - C

domingo 3 c 2022Lucas 1, 1-4; 4,14-21

La Palabra de Dios es el centro de la liturgia de este domingo. Las lecturas de hoy nos invitan a cuidar y a valorar la importancia que tiene la Palabra de Dios para nuestra vida y para nuestra fe.

“Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”, decía san Jerónimo, ya que Jesús es la Palabra que Dios nos ha dirigido a todos. Él es la Palabra hecha carne, hecha vida. Cada vez que nos acercamos a la Palabra, nos acercamos a Jesús para conocerle mejor, amarle más y seguirlo más de cerca.

La primera lectura del Libro de Nehemías nos puede ayudar hoy a examinarnos, a la luz de Dios, de la actitud que tenemos ante la Palabra. ¿La escuchamos y la acogemos con respeto, con docilidad, con apertura de corazón? Al escucharla diariamente tenemos el riesgo de caer en la indiferencia, en la rutina, impidiendo que esa Palabra cale en nosotras y trasforme nuestra vida.

Este pasaje nos enseña las actitudes interiores con las que debemos acoger la Palabra de Dios: alegría, gozo, reconocimiento, disponibilidad, fidelidad…

La escucha es un acto de amor. El cambio y el crecimiento en la vida espiritual comienza cuando escuchamos con atención la Palabra de Dios y después hacemos esta Palabra vida.

En el evangelio de este domingo, dedicado a la Palabra, Lucas sitúa el comienzo de la actividad de Jesús en Nazaret, donde había crecido y, antes de narrar la vida de Jesús, nos presenta su programa.

Jesús va a la Sinagoga el sábado para hacer la lectura de la Palabra de Dios. Lucas describe con todo detalle lo que hace Jesús: se pone en pie, recibe el libro Sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, cierra el libro, lo devuelve y se sienta. Todos han de escuchar con atención las palabras escogidas por Jesús pues exponen la misión a la que se siente enviado por Dios, las preocupaciones que lleva en su corazón.

Lucas refleja con suspense el momento de tensión y expectativa en que todo el pueblo de Nazaret tiene los ojos fijos en Jesús. Y, Jesús, presenta un resumen del programa de lo que va a ser su ministerio y prefigura todo lo que va a ocurrir. El texto habla de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres y desgraciados.

Esto es lo que lee: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor” Al terminar les dice: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”

El programa de Jesús es una buena noticia, una noticia alegre, un año de gracia y no de condena. El programa de Jesús trae libertad de todas las cautividades y opresiones que encadenan al ser humano, es luz que ilumina la ceguera y la tiniebla del hombre.

“El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido” Jesús se siente ungido por el Espíritu de Dios, impregnado de su fuerza, se siente enviado a liberar a los cautivos, a dar la vista a los ciegos, a aliviar el sufrimiento.

Hoy se sigue cumpliendo esta Escritura…

Esto que se cumplió en Jesús de Nazaret se sigue cumpliendo en nosotras, si realmente nos lo creemos, ya que por el bautismo hemos sido ungidas y consagradas por el espíritu de Dios, y en la Confirmación se nos ha enviado a ser “testigos y mensajeras de la Buena Noticia”