Domingo 6 - A 2023
Jesús nos llama hoy a ir más allá del legalismo: «Os digo que, si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos». La Ley de Moisés apunta al mínimo necesario para garantizar la convivencia, pero los cristianos, nosotras, consagradas, hemos de procurar superar este mínimo para llegar al máximo posible del amor.
Lo que hoy nos enseña Jesús es a no creernos seguras por el hecho de cumplir esforzadamente unos requisitos con los que podemos reclamar méritos a Dios, como hacían los maestros de la ley y los fariseos.
Más bien debemos poner el énfasis en el amor a Dios y las hermanas, incluso a las que no nos caen bien, o a los que de alguna manera se han convertidos en enemigos nuestros, amor que nos hará ir más allá de la fría ley y a reconocer humildemente nuestras faltas en una conversión sincera.
Jesús propone metas positivas de realización de los valores relacionados con la convivencia humana, refiriéndose respectivamente a tres de los diez mandamientos promulgados por Dios a través de Moisés en el monte Sinaí según el libro del Éxodo -el quinto (no matarás), el noveno (no desearás a la mujer de tu prójimo) y el segundo (no jurarás usando el nombre de Dios en vano)-, para invitarnos a ir más allá de la letra de los preceptos y realizar el sentido pleno y el espíritu de lo que significan.
“Deja tu ofrenda y ve primero a ponerte en paz con tu hermano”, nos dice Jesús. Y es que uno de los temas centrales de su predicación es la reconciliación. Pedir perdón a quien se ha ofendido, y estar dispuestas siempre a perdonar, son sus dos caras inseparables. Jesús invita en este pasaje del Evangelio a reconocer los comportamientos inadecuados con las demás, y a pedirles perdón cuando se les haya ofendido. Y dice que hacerlo es tan importante, que está por encima de cualquier rito religioso.
Esto es precisamente lo que quiere indicar Jesús cuando les dice a sus discípulos que dejen su ofrenda delante del altar y vayan primero a ponerse en paz con sus hermanos, es decir, a reconciliarse con las personas a quienes hayan ofendido. Porque la reconciliación con Dios tiene que pasar necesariamente por la reconciliación con el prójimo. No podemos estar reconciliados con nuestro Creador si antes no ponemos todo cuanto esté de nuestra parte para reconciliarnos con las personas a las que hayamos tratado indebidamente.
Finalmente, otro tema central de las enseñanzas de Jesús es la radicalidad en la lucha contra el pecado, lo cual implica evitar todo lo que en nuestro comportamiento pueda ser ocasión de ofender a los demás, teniendo en cuenta que toda ofensa al prójimo es al mismo tiempo una ofensa a Dios, creador de todos los seres humanos.
“Si tu ojo te hace caer, sácatelo” Las imágenes del ojo o de la mano que Jesús exhorta respectivamente a sacarse o cortarse antes de caer en el pecado, son formas simbólicas de expresar esa radicalidad. Esto no quiere decir que debamos atentar contra nuestro cuerpo, pero sí que orientemos nuestra mirada y nuestras acciones con respecto a los demás de tal manera, que siempre y cada vez más estén ordenadas de acuerdo con la voluntad de Dios. Pidámosle al Señor que nos ayude a tener siempre presentes estas enseñanzas suyas y a ponerlas en práctica todos los días de nuestra vida.