Domingo 3 Pascua - A 2023
Hoy la liturgia nos presenta el relato de los discípulos de Emaús, una de las escenas más bellas del evangelio.
Es un relato muy rico en detalles que expresan con diversas imágenes y ricos recursos literarios los elementos más importantes de la experiencia pascual: el desconcierto y la desolación iniciales después de la muerte en cruz de Jesús; la necesidad de los discípulos de retomar su tareas cotidianas para volver a la normalidad; la iniciativa del Resucitado que sale al paso de los suyos; las enormes dificultades que tuvieron los discípulos para reconocerlo por estar inmersos en el dolor y, finalmente, la apertura de los ojos, de la mente y el corazón.
Según el relato, el Resucitado se hace el encontradizo con los discípulos que huyen de Jerusalén por miedo. Los dos discípulos poseen aparentemente todos los elementos para
creer: conocen los escritos del Antiguo Testamento, el mensaje de Jesús, su actuación y su muerte en cruz; han escuchado también el mensaje de la Resurrección, pero les cuesta aceptarlo.
Jesús no solo sale al paso, sino que, como los buenos maestros, les lanza preguntas para que estos vayan poniendo nombre a lo que han vivido y a la situación en la que se encuentran ahora. Las palabras de los discípulos expresan dolor y desesperanza. Sus expectativas sobre Jesús no se han visto cumplidas. Y, no terminan de fiarse del testimonio de las mujeres.
Jesús comienza a explicarles lo que se refería a Él en toda la Escritura y después reconocerán que ardía su corazón mientras lo escuchaban. Aunque todavía no saben quién es, los dos caminantes sienten necesidad de Jesús. Les hace bien su compañía. No quieren que los deje: “Quédate con nosotros” Lucas los subraya con gozo: “Jesús entró para quedarse con ellos”. En la cena se les abren los ojos.
La experiencia del Resucitado no es inmediata ni fácil. Los discípulos llegan a ella cuando Jesús parte el pan. El contexto de mesa y el pan compartido es el lugar privilegiado para ver al Señor. Sí, las dos experiencias claves para descubrir al Resucitado son: sentir que nuestro corazón arde al recordar su mensaje, su actuación, su vida entera y, sentir que, al celebrar la Eucaristía, su persona nos alimenta, nos fortalece y consuela.
Les faltó tiempo para desandar el camino a contar a los discípulos que habían visto vivo al Señor. Vuelven a la comunidad de dónde se habían marchado. Al Resucitado se le reconoce en medio de la comunidad. También los discípulos les dijeron que se había aparecido a Pedro. Así pues, se había cumplido lo anunciado por Jesús, esperado con vacilación por los discípulos y temido por los jefes religiosos de los judíos: Jesús había resucitado.
Jesús nos invita hoy a que también nosotras recorramos el camino hacia Emaús. En la vida muchas veces podemos encontrar circunstancias en que todo parece desencanto, desesperanza y frustración, en ese escenario el Señor resucitado sale a nuestro encuentro para andar junto a nosotras el sendero de la vida, y como a aquellos discípulos, también nos explica las Escrituras y parte para nosotras el pan. Abramos los ojos de la mente y del corazón para reconocer su presencia y su amor y como los discípulos también digamos: “Quédate con nosotras, Señor”
Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a descubrirlo en el camino de la vida, en la lectura de su Palabra y en la celebración de la Eucaristía donde se nos ofrece como alimento cotidiano. Que siempre nos lleve a ti un deseo ardiente de encontrarte también en las hermanas.