Domingo 4 Pascua - A 2023
Hoy celebramos el domingo del Buen Pastor. Jesús se define como el buen pastor. El evangelio de Juan nos propone algunas características de un pastor a la manera de Jesús: Conoce las ovejas y las llama por su nombre. Un pastor según el modo de proceder de Jesús está a pie de calle y no se encierra en su despacho esperando que “las ovejas acudan a él” sino que sale y las busca para compartir con ellas la vida, sus preocupaciones, sus ilusiones y sus desafíos. La implicación con la suerte de su pueblo despierta en él la creatividad y la audacia para encontrar los caminos que conducen a las “fuentes tranquilas” que, en el lenguaje contemporáneo, son las que sacian la sed de desarrollo, de vida digna, de justicia, de libertad, etc.
Respeta la libertad. Un pastor a la manera de Jesús no domestica ni prolonga la infancia de su comunidad. Su proceder, desde el respeto a la libertad e inspirado en el conocimiento de las potencialidades y las fragilidades de las personas a él confiadas, sugiere caminos y abre horizontes de manera que las personas puedan “entrar y salir para encontrar pastos”. Su forma de guiar no se basa en la trasmisión de ideas, sino que, como buen educador, acompaña y dinamiza los procesos de un crecimiento humano y liberador.
Conocen a Jesús y ayudan a ir hacia Él. Hay una clave fundamental para ser pastor a la manera de Jesús: conocerlo, amarlo y seguirlo. No se puede ser guía de la comunidad sin entrar por la puerta del rebaño que es Jesús, es decir, sin tener una profunda e íntima relación e identificación con Él y con su proyecto.
El pastor, que no se siente dueño sino administrador del rebaño, no busca su propio beneficio o que le sigan a él, eso sería ser ladrón. Su trabajo consiste en suscitar la pasión por el Reino y ayudar a suscitar en las personas el deseo de identificarse con Jesús y de entrar por la puerta de los valores del Reino. Pastores de puertas abiertas. Jesús es la puerta. ¿Podemos imaginar a Jesús como una de esas puertas blindadas de los bancos? Tal vez no. Su corazón misericordioso y compasivo nos revela una puerta abierta, con capacidad de acoger a todas las personas que, con sus aciertos e incoherencias, quieren ser discípulos suyos.
Claro que entrar por esta puerta requiere comprometerse con un estilo de vida evangélico, pero, para el que con sinceridad busca a Jesús, la puerta está siempre abierta.
Hoy en la Iglesia sería conveniente que examináramos algunas actitudes que, en lugar de abrir puertas y generar oportunidades para entrar en la comunidad de los discípulos de Jesús, cierran o dificultan el acceso de no pocos. ¿No será más provechoso y evangélico, en lugar de aferrarnos al anatema, al juicio y al señalamiento, abrir canales de diálogo, de comprensión y de misericordia?
Estas reflexiones, aunque en primer lugar podríamos decir que afectan fundamentalmente a los sacerdotes, nos competen a todos pues cada uno, de acuerdo con su vocación y misión en la Iglesia, está llamado a ser pastor y guía de otros. J
Javier Castillo, sj