Domingo 17 - A 2023
Las parábolas que nos narra Jesús en el Evangelio ponen de relieve la alegría de quien encuentra un tesoro. Jesús nos invita a descubrir el Reino y a vivir con coherencia y alegría ese hallazgo, pues todas las demás cosas pierden valor comparado con el Reino.
Quien se encuentra con el tesoro lo vende todo para comprar el campo en donde éste se encuentra. Encontrarse con el Reino de Dios provoca tal alegría que todo se deja para entrar en él. Todo se deja para adquirirlo, como el comerciante que se encuentra con una perla fina. Lo que nos dice Jesús es que entrar en el ámbito del Reino de Dios provoca tal plenitud de vida, tal alegría y consuelo, tal experiencia de pacificación y de sentido que todo lo demás queda en su sitio, en su justo lugar. Entrar en el ámbito del Reinado de Dios es vivirnos como criaturas bendecidas, confortadas y sanadas por la Fuente de todo Bien.
La alegría es inherente a la experiencia del Dios que se revela en Jesús, la fuente de la alegría es él. El gran criterio de discernimiento de la experiencia cristiana de Dios es experimentar que cuando Él nos toca el corazón experimentamos una plenitud honda, una profunda consolación y sosiego, un sentirnos arraigados y queridos en lo más nuclear de nosotros mismos.
El Reino de Dios no tiene que ver con la desolación, la tristeza, el derrotismo, con los miedos paralizantes… Cuando esto lo experimentamos sabemos que el Espíritu del Resucitado nos está invitando a no quedarnos instalados en
miedos y desesperanzas. El camino del Reino siempre es Camino, de Verdad y de Vida.
Jesús nos vuelve a recordar que, al igual que no nos toca a nosotros separar trigo y cizaña, no nos toca separar los buenos y malos peces. Los separarán los ángeles de Dios. Este es el otro gran criterio de discernimiento, para dejarnos conducir por el Viviente. Si el primero es que la alegría es el don por excelencia del Espíritu, el segundo es que no está en mis manos el juicio último sobre nadie.
Cuando Jesús habla del “escriba que entiende del Reino de Dios”, se refiere a los sabios de Israel que se están abriendo a su anuncio, sacan lo nuevo y lo viejo del “baúl familiar”. Si sólo estamos atentos y atados a lo viejo, al “esto siempre ha sido así”, al “cualquier tiempo pasado fue mejor”, estamos abocados a la parálisis, a la inercia.