Domingo 29 - A 2023
Una vez más en el evangelio de hoy encontramos a los fariseos confabulados con los herodianos para tender una trampa a Jesús.
En tiempo de Jesús el Imperio Romano dominaba al pueblo judío. Como consecuencia de ello, los judíos tenían que pagar un impuesto a Roma. Ese impuesto lo cobraban los publicanos. Y se pagaba con una moneda, un denario de plata que tenía la imagen del César de Roma, en aquellos tiempos, Tiberio.
Pues bien, un grupo de seguidores de los fariseos y de los herodianos, enviados por ellos para no dar la cara, se acercan a Jesús adulándole, alabando sus virtudes, pero con la clara intención de comprometerle con una pregunta.
La pregunta es la siguiente: “¿Es lícito pagar impuesto al César o no?” Si dice que sí, posiblemente perderá la credibilidad de las gentes sencillas que viven explotadas por esos impuestos y estaría justificando la ocupación romana; si contesta que no, posiblemente provoque una rebelión contra Roma y le acusen de agitador.
Los fariseos y herodianos son unos aduladores, primero le alabaron diciendo: “sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza, sin que te importe nadie, porque no miras la condición de las personas…” Reconocieron su prestigio, el bien de su persona como si le aceptaran de verdad. Pero luego, le preguntaron con la intención de captarle para que perdiera su prestigio y la confianza de la gente.
Es de admirar la inteligencia con que procede Jesús. De entrada, desarma a sus oponentes llamándolos a bocajarro: “hipócritas” Luego, les pide que le muestren una moneda del impuesto, cuya cara e inscripción eran las del César de Roma, el emperador Tiberio en aquel momento. Finalmente, hace pasar la cuestión del mero ámbito político al religioso también, para concluir con una frase lapidaria: “Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”
Al emperador le pertenecen las monedas del impuesto que llevan su imagen, pero sólo a Dios debe someterse el hombre como a Señor absoluto. La respuesta de Jesús no propugna una especie de reparto equitativo entre el poder político y el religioso. Lo que Jesús hace es situar al hombre ante Dios como su único Señor pues es en el hombre donde Dios ha dejado inscrita su imagen (Gn 1,27). Todo lo demás debe de ser relativizado, también la sumisión al poder político.
La actitud de Jesús, manifestada en la respuesta que les da radica en conjugar la opción social de pagar el impuesto al César con la opción religiosa de fidelidad a Dios que implica una total e íntegra dedicación a quien es, verdaderamente, el único Señor.
Los cristianos sin “ser de este mundo” viven en el mundo y usan sus servicios. Por eso han de pagar los impuestos justos equitativos. Pero, si el César se diviniza y se erige en “Señor absoluto” surge el conflicto. Para Jesús ningún César puede ocupar el lugar que Dios debe tener en la vida. Para él, sólo Dios es el Señor y no hay otro Dios fuera de él. Para Jesús, ningún poder político podrá ocupar el puesto que sólo le corresponde a Dios.
El creyente en Jesús debe reconocer y asumir las legítimas exigencias de la sociedad civil, pero debe de tener siempre en mente que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, que Dios es el único Señor y no hay otro fuera de él.
Para Jesús, el César y Dios no son dos autoridades de rango semejante que se han de repartir la sumisión de los hombres. Dios está por encima de cualquier César y éste no puede exigir lo que pertenece a Dios.
Hoy la Iglesia celebra el día del Domund con el lema: “Corazones ardientes, pies en camino”. Es algo que también nos afecta como bautizadas. “Dejémonos acompañar siempre por el Señor, que él encienda nuestro corazón, nos ilumine, nos transforme, de modo que podamos anunciar al mundo su misterio de Salvación con la fuerza y la sabiduría que vienen de su Espíritu”. Papa Francisco