Domingo de Ramos B - 2024

domingo ramos2024Marcos 11, 1-10

El domingo de Ramos es la puerta de esta semana, cargada de fuerza y de significado. La semana del Amor que nos conduce a la Pascua, la muerte y resurrección del Señor, centro de nuestra fe cristiana. El domingo ACLAMAMOS a Jesús: Él es nuestro Salvador, el Mesías. Los próximos días habrá que ACOMPAÑARLE para descubrir en profundidad su forma de vivir, de entregarse e, incluso, de morir.

La liturgia de este domingo tiene dos elementos: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y la pasión de Jesús.

El primer momento de la celebración nos recuerda la entrada triunfal en Jerusalén.

El pueblo, que ha alimentado de alguna forma la expectativa que Jesús es el Mesías anunciado por los profetas y el que vendrá a liberar a Israel del yugo opresor romano, lleno de emoción y entusiasmo alfombra el camino con ramos de olivo y grita a voz en cuello “hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor”. Es un signo de reconocimiento y acogida que nace de la fe sencilla de los hombres y las mujeres que han puesto solo en Dios su confianza. Entra a Jerusalén para morir.

El segundo momento de la celebración, centrada en la contemplación de la pasión, nos revela una gran paradoja. Pasada la euforia de los ramos y los cantos de hosanna, es el mismo pueblo sencillo el que a la hora de la pasión, azuzado por los “líderes religiosos”, va a gritar enardecido: “¡crucifícalo!”. No entendemos el cambio de actitud, es más, 2024 años después, nos genera un cierto rechazo pues detrás de ese cambio vemos planeando las sombras de la traición.

Seguir al Jesús que congrega a cientos de personas para escucharle, que sana a los enfermos y resucita a los muertos no es difícil, de él queremos ser discípulos. No obstante, seguir al Jesús que opta por un amor agachado, por un amor incondicional a los últimos y los desposeídos de la tierra, por un Jesús que sabe que el precio que hay que pagar por amar sin límite es la vida misma… no es fácil y nos cuesta.

A los contemporáneos de Jesús les costaba entender este nuevo modo de proceder de Dios: ¿un Dios sufriente? Eso es escándalo o necedad. Más tarde entenderán que detrás de la lógica del despojo, de la lógica de la entrega de la vida por la vida está el mensaje de un Dios amigo de los hombres, de un Dios que sigue apostando por la humanidad. El triunfo no está en el reconocimiento social. El triunfo, a la manera de Jesús, se obtiene cuando nuestra vida es entregada para amar, servir y comprometerse con los valores del Reino.

Jesús entró triunfante a Jerusalén, sí, iba a triunfar porque lo iba a dar todo por amor. En esta hora del mundo, donde se ha globalizado la indiferencia y constatamos, no sin dolor, que las diferencias entre los que deben luchar todos los días por un mendrugo de dignidad y los que banquetean espléndidamente, necesitamos mirar de nuevo a Jesús para volver por las sendas de la entrega generosa, del trabajo sin descanso por la dignidad humana, en últimas, por entender que en cristiano se crece de para abajo, dándose sin límite a los demás.

La paradoja hoy. La paradoja de hace 2024 años se puede revivir hoy cuando alabamos y bendecimos a Dios en nuestros templos y en nuestras celebraciones, pero pasamos de largo ante los nuevos crucificados de la historia. Cuando nos hacemos los ciegos o los sordos ante el clamor de las víctimas de la exclusión y de la injusticia, ante tantas personas que siguen siendo invisibles para este sistema que genera miles de empobrecidos cada día y ante los preferidos de Dios, seguimos, hoy como ayer, gritando al amanecer hosanna y al atardecer crucifícalo.

Que el encuentro con Dios nos siga trasformado y que nuestro hosanna sea un sí incondicional por la vida, aunque este sí, nos cueste la vida.