Domingo 33 - B 2024
Así como hay páginas del Evangelio que, de inmediato, nos parecen muy cercanas a nuestra situación y preocupaciones y cuyo sentido entendemos de inmediato, páginas como la de hoy nos parecen muy alejadas de nuestra sensibilidad y, en consecuencia, difíciles de entender y aplicar a nuestra vida.
Efectivamente, el Evangelio de hoy pertenece a un estilo y lenguaje apocalíptico muy cercano a las comunidades para las que Marcos escribe su Evangelio, pero nada fácil de comprender por nosotros. Con todo, yo quiero destacar una afirmación que el evangelista pone en boca de Jesús y que puede ser iluminadora e incluso estimulante y esperanzadora para nosotros: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.
Una primera reflexión sobre esta afirmación evangélica es la del valor de las palabras de Jesús. No son palabras cualesquiera; como se dice en otros lugares del Evangelio, las palabras de Jesús son palabras “con autoridad” (Mateo 7, 29). Vivimos un tiempo en el que se es muy escéptico frente a las palabras: tantas palabras vacías, tantas palabras banales, tantas palabras mentirosas, tantas palabras que se las lleva el viento… Las palabras de Jesús son muy de otro nivel, son palabras de las que nos podemos fiar, porque son palabras que transmiten verdad. La transmiten y la han transmitido a lo largo de los tiempos, en todo tiempo y lugar. Son, en ese sentido, palabras trascendentes.
Las palabras de Jesús son palabras de vida. Palabras que dan vida y palabras que ayudan a dar sentido a la vida y a superar los momentos duros de la vida. El contexto del evangelio de hoy es un contexto de dificultades. Escuchar las palabras de Jesús, darles cabida en nuestro corazón, es una fuente increíble de fortaleza en esas situaciones que nos ponen a prueba. Las actitudes que las palabras de Jesús promueven son palabras que hacen fuertes a personas y sociedades frente a las desgracias de la vida. Podemos preguntarnos cada uno de nosotros qué palabras son las que nos han ayudado a salir adelante en los momentos difíciles por los que hemos pasado: seguro que muchas de esas palabras son palabras del Evangelio.
Decir que “cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” es una muy buena noticia. Es muy buena noticia porque abre nuestras vidas a la esperanza. Las palabras de Jesús a lo largo de toda su vida y de todo su Evangelio son palabras de consuelo, de perdón, de salvación… Y afirmar que esas palabras son las palabras últimas de la historia humana es la mejor de las noticias. Pese a los malos momentos, pese a las inseguridades, en contra de los malos augurios. El final en ese “día y hora que nadie conoce”, sea personal o colectivo, es un final de encuentro y abrazo con el Dios del amor.
Darío Molla