Domingo 5 Cuaresma - C 2025
Este pasaje es uno de los relatos más conmovedores del Evangelio de Juan y presenta una enseñanza profunda sobre la misericordia, el perdón y la justicia divina. Es la historia de la mujer sorprendida en adulterio, a quien los escribas y fariseos llevan ante Jesús con la intención de ponerlo a prueba.
Jesús está enseñando en el templo cuando los fariseos le presentan a una mujer acusada de adulterio, recordando que la ley de Moisés ordenaba apedrear a quienes cometían este pecado. Sin embargo, su verdadera intención no era hacer justicia, sino tenderle una trampa a Jesús: si Él la absolvía, parecería que estaba ignorando la Ley; si la condenaba, iría en contra de su mensaje de misericordia.
Ante esta situación, Jesús responde con una actitud inesperada. Se inclina y escribe en el suelo, un gesto misterioso que ha generado muchas interpretaciones. Luego, les dice: "El que esté sin pecado que le tire la primera piedra." Estas palabras desarman la hipocresía de quienes la acusaban, recordándoles que todos tienen pecados y necesitan la misericordia de Dios.
Uno a uno, los acusadores se retiran, dejando sola a la mujer con Jesús. Entonces, Él le dice: "Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?" Y al ver que no queda nadie, concluye: "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más."
La misericordia de Jesús supera el juicio humano. La actitud de Jesús no niega el pecado, pero tampoco se apresura a castigar. En lugar de condenar, ofrece una oportunidad de liberación y cambio.
El peligro de juzgar a los demás. Los acusadores querían aplicar la ley de manera implacable, pero Jesús les muestra que todos necesitan el perdón. Es una invitación a la humildad y a examinarse a sí mismos antes de juzgar.
El perdón que transforma la vida Jesús le concede a la mujer el perdón, pero también un llamado a la conversión: "No peques más." El amor y la misericordia de Dios no son una excusa para seguir en el error, sino una invitación a renovar la vida.
Este pasaje revela que Dios no nos juzga por nuestras faltas, sino por nuestra capacidad de levantarnos y caminar en una vida nueva. La misericordia no es indulgencia sin compromiso, sino una oportunidad de transformación profunda.
El evangelio de hoy nos plantea una cuestión vital como seguidoras de Jesús: ¿Cómo nos situamos ante el hermano o la hermana que han pecado? ¿Dispuestas a condenar o proclives a salvar, aunque nuestra conducta nos ponga en un aprieto o sea mal entendida? ¿Nos importa más quedar bien, o el ayudar a nuestros hermanos más débiles? Si lo pensamos, quizá también nosotras tengamos que ir dejando algunas piedras que tenemos en los bolsillos, en la lengua o en el corazón.