Domingo 23 - C 2025

domingo 23 c 2025Lucas 14, 25-33

El evangelio que hoy escuchamos nos sorprende con palabras fuertes de Jesús: “El que no renuncia a su padre, a su madre, a sus hermanos, a su propia vida, y a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. A primera vista nos incomoda, porque sentimos que nos pide algo imposible, como si nos obligara a rechazar lo más querido. Pero en realidad, el Señor nos está mostrando la radicalidad del amor verdadero. No se trata de despreciar a nuestra familia o las cosas de la vida, sino de descubrir que nada ni nadie puede ocupar el lugar que sólo a Dios le corresponde. Cuando Jesús es el centro, todo lo demás encuentra su justa medida.

Él habla también de la cruz. No la cruz como un peso sin sentido, sino como el signo del discípulo que ha aprendido a vivir a la manera de Cristo: con entrega, con fidelidad, con valentía para amar, aunque duela. Cargar la cruz significa aceptar que seguir a Jesús no siempre es cómodo, pero siempre es fecundo.

Y por eso Jesús nos invita a pensar antes de seguirlo, como quien calcula los gastos antes de construir una torre, o como un rey que sopesa sus fuerzas antes de entrar en batalla. El discipulado no se vive a medias, ni se sostiene sólo en momentos de entusiasmo. Es una opción consciente, libre, madura, que requiere perseverancia y renuncias.

Las renuncias nunca nos dejan vacías. Cuando soltamos lo que nos ata, el corazón se abre para recibir la plenitud de Dios. La paradoja cristiana es que perdiendo se gana, entregando se recibe, renunciando encontramos libertad. Jesús no quiere simples admiradoras, sino discípulas capaces de vivir desde Él y con Él, poniendo todo lo demás en segundo lugar.

Hoy el Señor nos pregunta: ¿quieres ser mi discípula de verdad? No una seguidora ocasional, no una fan pasajera, sino una amiga fiel. Que su palabra nos ayude a revisar nuestras prioridades y a elegirlo a Él como lo más grande y lo más valioso de nuestra vida. Porque con Cristo lo tenemos todo, y sin Él, aunque tengamos mucho, siempre nos falta lo esencial.