Domingo 27 - C 2025

domingo 27 c 2025Lucas 17, 5-10

El evangelio de este domingo comienza con una súplica que es también la nuestra: “Señor, auméntanos la fe”. Los discípulos sienten que lo que Jesús les pide es demasiado grande para sus fuerzas, amar, perdonar, ser compasivos, y reconocen que solos no pueden. Nosotros también, en medio de tantas exigencias, luchas, cansancios y decepciones, descubrimos que nuestra fe se tambalea, que necesitamos que Dios mismo la sostenga. Y Jesús responde con una imagen desconcertante: no hace falta una fe inmensa, basta con que sea verdadera, pequeña como un grano de mostaza, pero viva, arraigada en lo profundo del corazón. Una fe así no se mide en cantidad, sino en confianza; no se trata de acumular certezas, sino de entregarse en sencillez al Señor.

Y enseguida Jesús nos conduce a otra enseñanza: la vida de fe no es un camino para buscar méritos o recompensas, sino para vivir en la lógica del servicio humilde. El discípulo es como el siervo que cumple su tarea, no por miedo ni por obligación, sino porque sabe que su vida está en las manos de su Señor. “Somos siervos inútiles”, dice Jesús, no para humillarnos, sino para liberarnos de la obsesión por el reconocimiento. Lo que hacemos por amor no necesita aplausos. El bien auténtico, el perdón ofrecido, la paciencia con los demás, el esfuerzo silencioso de cada día… todo eso construye el Reino, aunque a veces no lo notemos.

La fe que pedimos al Señor se alimenta precisamente en lo pequeño, en lo escondido, en la entrega cotidiana. Creer es seguir sembrando aun cuando no vemos los frutos, es perdonar setenta veces siete aun cuando parece inútil, es servir sin esperar nada a cambio. Esa es la fe que transforma el corazón y que mueve montañas: no porque se imponga con poder, sino porque confía plenamente en Dios.

Hoy el evangelio nos invita a caminar con una fe humilde y confiada. A reconocer que, aunque pequeña, puede obrar maravillas si la dejamos crecer en manos de Dios. Y a vivir con la alegría de sabernos servidores, llamados a hacer el bien sin medida, porque todo lo que hacemos en el amor no se pierde nunca.