En tiempos de coronavirus, rezar el PadreNuestro
La oración del padrenuestro es una oración breve. La única que Jesús dejó en herencia a sus seguidores. Es una oración extraña. La rezan todos los cristianos, pero no habla de Cristo. Se reza en todas las iglesias, pero no se menciona a ninguna iglesia. Los católicos la pronuncian en la misa del domingo, pero no dice nada de ninguna religión. Como dice J. D. Crossan, es “una oración revolucionaria que proclama una nueva visión de la historia. Se trata de un manifiesto radical y un himno de esperanza en un lenguaje dirigido a toda la tierra”.
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS
Tú eres nuestro Padre, recuerda que todos somos tus hijas e hijas. Estás en los cielos porque eres de todos. No estás ligado a ningún templo, ni a ningún lugar sagrado de la tierra. No perteneces a un pueblo ni a una raza privilegiada. No eres propiedad de ninguna religión. No eres solo de los buenos. Todos te podemos invocar como Padre.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
Es nuestro primer deseo en estos momentos dolorosos para toda la humanidad. Que tu nombre de Padre sea reconocido y respetado. Que nadie lo desprecie haciendo daño a tus hijos e hijas. Que no perdamos nuestra confianza en Ti. Que sean desterrados los nombres de todos los dioses e ídolos que nos deshumanizan. El dinero que nos divide y no nos deja ser hermanos; la violencia que alimenta nuestras guerras; el poder que nos lleva a despreciar a los débiles.
VENGA TU REINO
Si Tú reinas entre nosotros, reinarán en la tierra la justicia, la igualdad y la paz. Nos podremos enfrentar juntos a los problemas del planeta. Unidos como hermanos y hermanas venceremos a las pandemias que puedan afligir a la humanidad. Que no reinen los ricos sobre los pobres; que los pueblos poderosos no abusen de los débiles; que los varones no dominen a las mujeres. Que venga tu reino y reine en la tierra la fraternidad.
HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
Que se haga tu voluntad y no la nuestra. El coronavirus nos está descubriendo que en la tierra todo está inacabado, todo lo vivimos a medias. No queremos aprender que los humanos somos seres frágiles y vulnerables, que no podemos alcanzar aquí la plenitud que desde lo más hondo de nuestro ser todos anhelamos. Padre, solo podemos confiar en tu Bondad insondable. Que no se haga pues lo que queremos nosotros, movidos por el egoísmo, el consumismo y nuestro bienestar. Que se haga lo que Tú quieres, pues siempre buscarás el bien de todos.
PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS
Padre, perdona nuestras deudas: nuestra indiferencia, nuestra incredulidad, nuestra resistencia a confiar en Ti. A lo largo de estos años, todos hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también menos consistentes. Más indiferentes a todo lo que no sea nuestro bienestar, pero más vulnerables que nunca ante cualquier crisis. No nos resulta fácil creer, pero se nos va a hacer difícil no creer en nada. Padre, perdónanos y despierta nuestra vida interior.
COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES
En estos momentos en que vivimos sobrecogidos al descubrir la impotencia que todos sentimos ante ese límite inevitable de la muerte, también nosotros queremos perdonarnos mutuamente, unos a otros. No queremos alimentar ni rechazos ni resentimientos contra nadie. Queremos vivir esta dura experiencia como hermanas y hermanos.
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN
Somos débiles y limitados. Lo estamos experimentando ahora más que nunca. Estamos siempre expuestos a tomar decisiones y cometer errores que pueden arruinar nuestra vida y la de otros. Por eso, no nos dejes caer en la tentación de olvidarte y rechazarte a Ti, Padre. Despierta en nosotros la confianza en tu bondad. Te necesitamos más que nunca. Tú puedes abrir caminos para encontrarte con cada uno de nosotros: creyentes y no creyentes, ateos o agnósticos. Que todos podamos sentir tu fuerza callada pero eficaz en nuestro interior.
Y LÍBRANOS DEL MAL
Somos responsables de nuestros errores, pero también víctimas. El mal y la injusticia no están solo en nuestras personas. Están también en las estructuras y las instituciones, en las políticas y las religiones. Por eso, terminamos nuestra oración con un grito: ¡Padre, arráncanos del mal! Un día, esa felicidad plena que todos anhelamos se hará realidad. Las horas alegres y dichosas que hemos disfrutado en la tierra y también las experiencias amargas y dolorosas que hemos vivido; el amor, la justicia y la solidaridad que hemos sembrado, y también los errores y torpezas que hemos cometido… Todo será transformado en felicidad plena. Ya no habrá muerte ni dolor. Nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Un texto cristiano escrito en una de las primeras comunidades pone en boca de Dios estas palabras: “Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial de la vida” (Apocalipsis 21,6). “Gratis”, es decir no por nuestros méritos; “al que tenga sed de vida”, ¿y quién no tiene sed de vida eterna? Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Yo creo y confío en que el misterio último de la realidad, que algunos llamamos “Dios”, otros “Energía”, otros “lo Trascendente” y otros “nada”, es un Misterio de Bondad en el que todos encontraremos la Plenitud de nuestra existencia. AMÉN.
José Antonio Pagola, 25 marzo 2020