Santa María, Madre de Dios
Lucas 2, 16-21
En el primer día del año y a los ocho días del nacimiento de Jesucristo, la liturgia nos propone esta fiesta de SANTA MARÍA, MADRE de DIOS, para que sigamos profundizando en el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.
Además, hoy celebramos la JORNADA MUNDIAL de la PAZ: una paz que todos anhelamos y necesitamos. Paz en el mundo, paz en nuestras relaciones interpersonales y paz dentro de nosotras mismos.
El regalo de este nuevo año es, sin duda, una nueva oportunidad para seguir creciendo en la fe y en la fidelidad a su seguimiento. No olvidemos que contamos con la protección e intercesión de María, Madre de Dios.
Según el relato evangélico de Lucas, los pastores, motivados y animados por el anuncio del ángel, se ponen inmediatamente en camino para ver lo que Dios les ha manifestado. Los pastores están despiertos, vigilan, esperan, permanecen, buscan, caminan, se animan, cantan, agradecen, bendicen y expresan su júbilo; sin duda, una actitud activa de quienes han puesto su confianza en el Señor.
Por otro lado, Lucas nos dice que “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón (Lc 2,19). También María es testigo de lo que dicen los pastores. Además de reconocer que su Hijo es el Mesías, reflexiona y medita en su corazón, intentando comprender más profundamente. María está abierta a reconocer la mano de Dios en todo y a meditar cada detalle. Su corazón lleno de fe, está abierto no sólo a lo que ve, sino a lo que otros han visto.
En la escuela de María queremos aprender, como discípulas suyas, a estar atentas al Señor. Hoy comenzamos un nuevo año. De poco sirven los buenos deseos, si no actuamos. Lo decisivo es estar atentos a la salvación que diariamente se nos ofrece. Conservar como María es meditar, practicar, profundizar, hacer memoria, hacer elecciones desde la opción de fe. Ella nos enseña a hacer el camino del creyente, tomados de la mano de Dios y de los hombres.
El Señor te bendiga y te proteja, el Señor te ilumine, el Señor te sonría, te pacifique, te fortalezca; si no te quita los obstáculos, que te ayude a superarlos; si no te quita el sufrimiento que te ayude a transformarlo; que te haga crecer cada día en verdad y libertad, en fe y caridad, en alegría y esperanza; que cada día puedas alimentarte de Cristo y oxigenarte en el Espíritu; que no dejes ningún día de ayudar a los demás y trabajar por la paz. Lo más importante es que Él te acompañe siempre porque así entenderás el misterio de la felicidad. Pase lo que pase, si Dios está contigo…serás feliz.