Domingo 29 - C
El evangelio de hoy comienza con una invitación a perseverar en la oración y concluye con una pregunta abierta sobre la fe.
Esta parábola pretende, como dice expresamente el texto de Lucas, animar a los discípulos a tener tal seguridad en la oración de petición que no duden en perseverar en sus súplicas a Dios, por muy difícil que se les presente el problema o la situación que pretenden resolver.
Una invitación a tener confianza en Dios, a saber, que es un Dios justo, que no abandona a sus hijos, especialmente cuando le piden, cuando le ruegan. Pero llama la atención la frase con la que termina el evangelio de Lucas que se lee hoy: “… cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”.
Y digo que llama la atención porque es la conclusión de unas palabras que está compartiendo con sus discípulos, explicando cómo deben orar siempre sin desanimarse. El ejemplo que puso fue el del juez injusto como él mismo lo llamó. Un juez que no temía a nadie, ni a Dios ni a los hombres, y que ante la insistencia de una viuda para que le hiciera justicia, por el fastidio de tener siempre a la señora pidiéndole, decide hacer justicia.
El juez injusto cumple su deber sólo para evitar que le agredan ante su lentitud. La insistencia de esta viuda es la que pone como ejemplo Jesús para que también nosotras insistamos en la oración, en la petición a Dios.
¿Cuál es nuestra actitud cuando hacemos oración de petición? ¿En qué Dios creemos cuando nos dirigimos a él, solicitando su ayuda? ¿En un Dios que resuelve todos nuestros problemas, o que mueve hilos para que las cosas discurran por donde nos interesa a cada uno de nosotros? ¿Nos acercamos a Dios para que nos cure una enfermedad, para que solucione nuestros problemas, dejándolo todo en sus manos para que se cumpla su voluntad?
Tenemos que reconocer que muchas veces nos cuesta orar con insistencia. Nos cansamos enseguida, no tenemos paciencia. Nos desanimamos cuando le pedimos algo a Dios y él no nos lo concede cuando nosotras queremos. Y es que Dios tiene sus tiempos, y sus tiempos no son los nuestros. Dios nos da siempre lo que nos conviene, por eso hemos de orar con insistencia y con fe.
La fe es la confianza total en Dios, y esa confianza es la que nos falta cuando oramos, por eso nos cansamos pronto de pedir a Dios, porque nosotras creemos saber cuando han de suceder las cosas, pero la fe nos hace ver que es Dios quien lleva nuestra vida. Que él nunca nos deja solas, aunque a veces nos lo parezca.
La idea es que no nos desanimemos en nuestra relación con Dios, que el mismo Jesús sabe que muchas veces es una relación interesada por nuestras necesidades y problemas, y que se puede ver debilitada si no se ven rápido los resultados que queremos.
Podemos decir que Jesús nos llama la atención para que confiemos más en Dios, para que no dudemos de la eficacia de su acción, y para que comprendamos que muchas de las situaciones negativas que vivimos no son sino una prueba para que reafirmemos nuestra fe y confianza en Dios.
Podemos preguntarnos. ¿Nos fiamos realmente de Dios? Donde más y mejor se nota esta fe es en las situaciones más desesperadas que nos presenta la vida, cuando no vemos solución y, sin embargo, seguimos firmes en esa fe.
“Señor Jesús, la oración es don tuyo, eres Tú el que nos das sed de ti, eres Tú el que nos atraes a ti, eres Tú el que nos abres tu corazón para que te conozcamos y experimentemos tu amor y tu misericordia, por eso, Señor, ahora que nos dices de orar sin desanimarnos, de orar insistentemente, de orar sabiendo que el Padre nos dará todo lo que necesitamos, porque nos conoce y sabe de nuestra vida, te pedimos que abras nuestro corazón, que nos des necesidad de ti, que te busquemos de corazón, que Tú puedas manifestar tu amor en nosotros ayudándonos a vivir lo que nos pides, a dejar que Tú guíes nuestra vida, viviendo con tus mismos sentimientos, teniendo tu ayuda y tu bendición, todos los días de nuestra vida. Amén”.