Domingo 21 - A 2023
En el Evangelio de hoy Jesús hace toda una encuesta, un sondeo de opinión acerca de quién dice la gente y los discípulos qué es Él. Hasta este momento, aunque muchos habían escuchado su palabra, y habían visto los milagros que realizaba, también muchos se habían alejado de Él, y lo habían rechazado. Ante esta situación Jesús quiere reafirmar, fortalecer el seguimiento hacia Él por parte de sus discípulos. Primero, Jesús les pregunta sobre qué opina de Él la gente. Ellos responden que la gente lo tiene como un profeta, en línea con el Bautista, Elías o Jeremías. Un personaje con cierta relevancia, sí, pero uno más dentro de la lista de los profetas.
Y después Jesús lanza la incisiva, y decisiva pregunta dirigida a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.
Ya en otras ocasiones los discípulos habían reconocido a Jesús como el Hijo de Dios, pero en esta ocasión Pedro, situándose como “portavoz” de los demás confiesa su fe en Jesús diciendo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Como consecuencia de esa confesión de fe, Jesús confirma a Pedro como el fundamento de su Iglesia. Le da autoridad, simbolizada en las llaves, entendida como entrega total hasta dar la propia vida, como servicio generoso, fiel y gratuito a la Iglesia de Jesús, a la comunidad de discípulos del Señor. Las llaves abren y cierran, permiten el paso o lo impiden. Pedro recibe la tarea de velar por la Iglesia, de ayudarla a caminar cuidando la unidad, la comunión, y desde el vínculo de la caridad hacer posible en otros el testimonio creíble y gozoso de quien ha puesto a Cristo como lo más importante de su existencia.
Jesús hoy nos hace la misma pregunta que hizo a sus discípulos: “Y vosotras, ¿quién decís que soy yo? No se trata de responder con palabras bonitas, con respuestas aprendidas del catecismo, fórmulas, conceptos… Se trata de saber qué piensas, qué buscas, por qué le sigues, qué esperas de Él, y por eso la pregunta es comprometedora, se necesita tomar conciencia de nuestro seguimiento. ¿Nuestras vidas qué dicen de Jesús? ¿Cómo manifestamos esa fe en Jesús? Los que entran en contacto con nosotras ¿descubren algún rasgo de Jesús en nosotras?
La cuestión es nuestra respuesta, la que sale de nuestro corazón, ésta nos exige una definición personal con respecto a su persona. En otras palabras, nos dice: quiero saber hasta qué punto estáis dispuestas a dar la vida por Jesús; saber hasta dónde alcanza nuestro compromiso; hasta que lugar estamos decididas a llegar en este largo camino que hemos iniciado juntas. Quede claro que, si nuestra fe en Jesucristo no cambia nada en nuestra vida, de nada vale tampoco que digamos como Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Según sea mi respuesta, así es y será mi fe en Jesús.
Podemos responder con perfectas fórmulas de libro, pero si no están sustentadas por la experiencia del encuentro con Cristo, de poco sirve. La respuesta a esta pregunta no puede ser aprendida sino personal, está unida a nuestro modo de seguir a Jesús. Debemos de ponernos, cada una, ante Jesús, dejarnos mirar por él y escuchar desde nuestro corazón sus palabras: ¿Quién soy yo para ti? A esta pregunta se responde más con la vida que con palabras.
Respondamos con la propia vida, con una vida que sea fruto del encuentro transformante con Jesús, entonces nuestra presencia será testimonial significativa para otros. Ojalá que seamos “llaves” que facilitan, que posibilitan a otros la experiencia del amor de Dios, el encuentro con la vida nueva de Jesús.